Editorial

Bajo tanta presión, nadie puede gobernar bien

La única salida razonable para esta situación de convulsión política, que amenaza con trasladar la inestabilidad a una economía ya suficientemente maltratada por la gestión gubernamental, es la convocatoria adelantada de elecciones

Pleno del Congreso
Pedro Sánchez, junto a José Luis Ábalos y Santos Cerdán en el CongresoZipiAgencia EFE

Si ya se reputaba como una tarea hercúlea afrontar la gobernabilidad de España bajo los intereses encontrados de una mayoría de investidura sin otra argamasa que la persecución de fines propios, no necesariamente adecuados a las necesidades de los españoles, hacerlo bajo la presión de quienes, bajo amenaza de largas condenas, pueden dinamitar desde dentro al partido del Gobierno y, con él, a su secretario general, se antoja imposible. A menos, claro, que la gestión pública de los intereses generales cedan el paso a la pulsión del poder que, por la experiencia, caracteriza a Pedro Sánchez, no sólo paladinamente dispuesto a gobernar sin Presupuestos y sin apoyo parlamentario, sino a enfrentarse con el Poder Judicial sin medir las consecuencias. Hacemos esta reflexión porque además de los últimos desencuentros con dos de sus socios de investidura, Junts y Podemos, y de la preocupación que embarga a otras formaciones «amigas» por el inocultable desgaste que registran las encuestas electorales, el PSOE empieza a acusar, en principio en forma de rumores interesados, la presión de sus recientes secretarios de organización, José Luis Ábalos y Santos Cerdán, y la del «conseguidor» por antonomasia Koldo García, a quienes no deja de ensombrecerse el horizonte penal, con una próxima vistilla para los dos últimos que puede resultar en prisión preventiva, y unas peticiones de condena de décadas de cárcel, que pueden aconsejar a los acusados la misma vía de colaboración con la justicia del empresario Víctor de Aldama, del que, por cierto, están resultando veraces la mayoría de sus denuncias. La misma peripecia del fiscal general, por fin dimitido, con el Gobierno en plena crisis de histeria y algunos ministros perdiendo los papeles entre acusaciones de prevaricación al Tribunal Supremo, ejemplifican con absoluta claridad el absurdo de mantener un envite político en el que ni siquiera conoces cuáles son todas tus cartas, porque las investigaciones de los fiscales anticorrupción y de las unidades especializadas de la Guardia Civil cada vez hacen aflorar más nombres vinculados a los círculos del poder. De ahí, que tengamos que insistir en que la única salida razonable para esta situación de convulsión política, que amenaza con trasladar la inestabilidad a una economía ya suficientemente maltratada por la gestión gubernamental, sea la convocatoria adelantada de elecciones. Que sean los ciudadanos quienes puedan expresar libremente su voluntad y convaliden con sus votos, o no, el relato del éxito del gobierno más progresista de la historia y, de paso, medidas que no se plantearon en el anterior programa socialista como el pacto con los proetarras y la amnistía de los condenados por el procés separatista catalán. Un llamamiento a las urnas que quiten instrumentos de presión a la gobernabilidad de España, enfrentada a desafíos muy serios, que es preciso afrontar desde la defensa de los intereses de todos los españoles.