Sociedad

Las maduras estamos de moda

De repente, zascandileando de un periódico digital a otro me encuentro con este titular: «Las mujeres que superan los 50 dejan claro que en cuestión de estilo, nadie es capaz de superarlas», y pienso entonces que ya puedo dormir tranquila. Nadie nos postergará porque las maduras estamos de moda, aunque a nadie le amargaría el dulce de volver a los treinta, incluso a los cuarenta, pero hay que conformarse con lo que cada cual tiene y buscar las ventajas de la experiencia y la sabiduría que dan los años y tratar de mantener una pinta suficientemente buena como para ir tirando.

Dicho lo dicho, me voy a Plácido Domingo, a quien el otro día en «Espejo Público» me tocó defender, ante una sindicalista/feminista empoderada. Es muy fácil hablar de quien no se conoce y ponerlo de hoja de perejil, juzgando, sentenciando y condenando gratuitamente sin derecho a la presunción de inocencia ni al beneficio de la duda, pero una, que ya es madura como venía diciendo, tiene conocimiento personal de mucha gente, y el tenor ha pasado por mi casa no una, sino bastantes veces, con su mujer Marta –persona que lo cuida, lo mima y lo consuela como ella cree que merece–, y de su persona se desprende que es un perfecto y correctísimo caballero, educado y seductor exquisito, no seductor vulgar y ordinario de esos que carecen de señorío.

Me pregunto qué diría el jurado popular que está arruinando su persona si en lugar de tratarse de un hombre se tratara de una mujer la acosadora, que hay casos, ¡vaya si los hay!, y me abstendré de dar nombres, pero al ser mujer se le libera de toda causa, grande o pequeña. No es que yo esté tirando piedras al tejado del feminismo, movimiento del cual siempre he estado a favor, pero no de las feministas politizadas del momento, sino de quienes en verdad tuvieron que luchar por defender nuestro género y sacarlo del ostracismo donde se encontraba inmerso. Ser mujer es complicado por esa capacidad de desdoblamiento que nuestro sexo implica, pero yo estoy encantada de ejercerlo siempre que es necesario y no me importa asegurar que mientras escribo estas líneas vigilo el cocido que tengo en el fuego y el bizcocho que se esponja en el horno.

Lo dicho, hay que llegar a la edad madura para pisar fuerte como hacen muchas coetáneas que dicen encontrarse en lo mejor de su vida donde el tiempo ya no es tan largo, donde las primaveras tienen cada vez menos veranos sin perder de vista que el otoño no es ocaso, que nuestra piel sigue guardando ese punto de lozanía que no debe nunca perder porque la frescura reside en el alma y se deriva de la actividad de nuestras neuronas y la juventud con la que se nace. Ya lo decía Picasso, que el que nace joven lo es para siempre. Todos hemos conocido viejos de veinte años, porque la juventud es una vocación, no un calendario.

Por lo demás, todo en orden aunque la china del coronavirus haga pupa en el zapato de las bolsas mundiales. Minuto y resultado a esta hora: más de 50 infectados y ningún fallecimiento, siempre con datos del momento por parte del eficacísimo Fernando Simón, mientras la estúpida de Gwyneth Paltrow da muestras de su paranoia publicando una foto suya con una mascarilla atómica para viajar en avión. Ha sido siempre una grandísima cretina, presa de dietas absurdas, maridos absurdos, actitudes absurdas que le permiten dar que hablar y saltar a las páginas de las revistas, ahora que no sobresale en ningún papel importante por la simple razón de que no se los dan. Así que tranquilidad, señores, que de esta, no palmamos.