
Política
Solas y borrachas
«Solas y borrachas queremos llegar a casa» es el lema, slogan o leit motiv que Irene Montero ha ideado para el día de la mujer y yo, por aquello de echar una manita a la cajera reconvertida en la ministra de las faltas de ortografía, añadiría «vomitando, haciéndomelo por encima, con las bragas en la mano y el rimmel corrido, incluso con una rayita de coca», para completar la imagen deleznable que quieren imprimir en la mujer española, un arquetipo al que yo no me apunto puesto que me prefiero sobria, luego de disfrutar de un buen vino en las dosis correctas, y acompañada de un hombre educado y con buena pinta que me diga que estoy monísima y que me abra la portezuela del coche. Claro que la au dessus Irene ha hecho un ridículo espantoso y solo pudo ser defendida por el que le hace los hijos y ese otro de su partido, Echenique creo que se llama, que la calificó de «prestigiosa política». A todos se nos partió el labio de la risa.
Luego está lo de Yolanda Díaz, a la sazón ministra de trabajo, quien en declaraciones a la prensa dijo lo que me permito transcribir literalmente: «Estamos hablando de, eh, bueno, de una enfermedad que es contagiosa y, por tanto, para una democracia, este es el bien más principal. Y, en este sentido, los demás bienes están sujetos, insisto, como son conscientes ustedes y… todas ustedes, están sujetos a lo principal». ¡Dios, Dios, en qué manos está el pandero!, ¿pero qué «infragente» nos está gobernando? ¿cómo vamos a salir de ésta? ¿acabará algún día la pesadilla? ¿para cuándo dejarán de jugar a «gobiernitos» y quienes tienen una preparación adecuada para ostentar un cargo público den un paso adelante? Me quedo con Cayetana la divina cuando dice que las mujeres no somos ni un colectivo ni un bloque monolítico ni granítico; que no hemos nacido víctimas, que la victimización es el primer paso para someternos; que ni Irene Montero ni Carmen Calvo pueden hablar en nombre de ninguna mujer y yo añado que mucho menos en el mío porque jamás en la vida las elgiría ni para plancharme las sábanas. Hablaba también de lo que hemos evolucionado en los últimos cuarenta años, desde la España de Marisol, aquella que, con setenta y tantos años, dice que fue abusada cuando era adolescente y obligada a casarse para medrar en su carrera artística. Si esto era así, ¿por qué tus padres no te rescataron de las manos de tus abusadores? ¿por qué consentiste en contraer matrimonio a la fuerza? ¡Qué bonito es acusar a pitón pasado! Creo que ya lo dije, pero lo reitero nuevamente: cuando empezaron su andadura las radios y televisiones autonómicas jóvenes ambiciosillas querían medrar en las pantallas regionales y se iban al catre con directores generales, consejeros y jefes de informativos o de programas. Otras aportábamos curriculum y méritos como para aprobar una oposición, que era el camino adecuado para acceder a una plaza de locutora/redactora. Y con estos desgastados ojitos vi a muchas conseguir un puesto por el camino de la entrepierna. Pero ¿qué clase de farsas estamos viviendo? ¿De qué igualdad habla Irene Montero cuando su partido está untado con el dinero de un país donde su presidente conmina a las mujeres a parir seis hijos, y la prostitución para subsistir llega a unos grados aberrantes? En el puente Bolívar de Caracas las pobres rabizas hacen sexo oral por dos dólares. Con esto lo digo todo.
Hechos que producen náusea, pero algunos nos ponemos orejeras para ir tirando, adornamos la mesa con flores y convocamos a los amigos para comer, comentar y, entre todos, esperar que dure poco esta pesadilla… o que el coronavirus acabe con ellos, que sería lo deseable.
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