Opinión

Mujer e Iglesia

En este reivindicativo Día Internacional de la Mujer, recordemos que cada vez se escucha más alto y fuerte que la invisibilidad de la mujer en la Iglesia no beneficia a nadie. Sinceramente, sin ellas y sin su dedicación y entrega a los demás, perdemos fuerza y esperanza en que siga creciendo el amor a la fe. Reclaman tener «voz y voto» e incluso, por ejemplo, poder decir misa: «Queremos hacer visible nuestro trabajo incansable y gratuito. Las mujeres somos mayoría aplastante en el voluntariado, en las celebraciones religiosas, en catequesis, en pastoral, en la acción social con las personas más empobrecidas, en los movimientos eclesiales, en la enseñanza, en la vida religiosa».

No comprenden «la cobardía para abordar cambios en la organización de la Iglesia, frente a los signos de los tiempos que claman por sí mismos, y la cerrazón ante la necesidad de un cambio imprescindible: el acceso al diaconado y al presbiterado femenino para atender a las comunidades cristianas».

Hace casi dos años, el suplemento «Mujeres Iglesia Mundo» de «L’Osservatore Romano», órgano de prensa oficial de la Santa Sede, publicó un artículo que llamó mucho la atención. Con el título «El trabajo (casi) gratuito de las monjas», la publicación denunciaba que las religiosas fueran consideradas empleadas domésticas de monseñores y cardenales, sin sueldo ni reconocimiento. Muchas, que proceden de África, Asia o América Latina, dicen que deben levantarse al alba para preparar el desayuno y se retiran tarde, después de haber cocinado, servido la mesa, lavado todo y dejado la ropa preparada.

Esto que hoy tanto nos chirría (aunque muy lentamente, vamos avanzando) fue denunciado por el órgano de prensa de la Santa Sede. Benedicto XVI propuso mayor participación femenina en el periódico vaticano y cuenta con la venia del papa Francisco, quien propicia los debates abiertos en el ámbito eclesial.

Y es que el sentido común nos dice que lo verdaderamente necesario en cualquier ámbito, es poder caminar de una vez por todas, por la senda de la igualdad.

Juntos, de forma igualitaria, llegamos más lejos.