Opinión
Expiar
El chivo, el joven macho de cabra, en la antigüedad fue el animal elegido por el pueblo judío para ser sacrificado ante Dios y, a través de él, purificar los pecados de los israelitas. En el Día de la Expiación, o Yom Kipur, un chivo era sacrificado por el Sumo Sacerdote. Su muerte purgaba los pecados, tranquilizaba a los israelitas. De ahí procede la expresión «chivo expiatorio», que hace alusión a que alguien o algo carga con la culpabilidad de un mal y así lava la imagen de los verdaderos responsables. El reino animal siempre ha servido para expiar, aliviar, alimentar… al humano. Ejemplo de esa conexión histórica e íntima del mundo humano con el animal es el coronavirus que hoy trastorna al planeta de manera nunca vista. Los científicos ya sabían que detrás de las dos últimas epidemias por coronavirus –el SARS y el MERS– se encuentran los murciélagos, unos mamíferos voladores que, con una gran probabilidad, también tienen un papel protagonista en la pandemia del Covid-19 a pesar de que, cuando surgió el brote, los animalitos estaban aún invernando. El caso es que los murciélagos han sido responsables de muchas enfermedades producidas por virus zoonóticos (ébola, rabia, virus de Hendra…). El reino animal infecta al humano con sus males, sobre todo porque los humanos continuamente «interaccionan» con los animales: criándolos, maltratándolos, comiéndolos… La justicia de todo esto, en su aspecto más poético, es que los murciélagos pueden contaminar a los humanos con enfermedades a las que ellos mismos son inmunes. También contagian a otros animales. Su sistema inmune es excepcional, y mientras destruyen a seres de otras especies, ellos permanecen sanos y salvos. Quizás por eso la figura del murciélago ha alimentado los mitos y fantasías humanas más intemporales y exitosos, generando por ejemplo la figura clásica del vampiro, un cadáver viviente, eterno, chupador de sangre insaciable, que ha devenido incluso en mito erótico. Mucho antes de que los científicos identificaran al murciélago como propalador de virus, la sabia imaginación popular ya lo responsabilizaba hace siglos de las pandemias que asolaron Europa y desataron terrores colectivos muy semejantes a los que estos días estamos viviendo. Además, el coronavirus será la excusa perfecta para justificar próximamente desmanes públicos, políticos… y privados. Y del chivo expiatorio pasaremos, acto seguido, al murciélago expiatorio.