Sociedad

Testosterona, pimienta roja y... papel higiénico

Al igual que Assange tuvo desavenencias con las autoridades de Ecuador, Glasheen ha chocado con su casero, en este caso Australia. Las autoridades de Queensland le acusan de «okupa»

Una de las personas en el mundo que más saben sobre aislamiento social obligatorio es Julian Assange, el fundador de Wikileaks. Al polémico personaje, hoy en una cárcel de máxima seguridad en Reino Unido, le cundieron muchísimo sus años confinado en la embajada de Ecuador en Londres. En 30 metros, el reducido espacio que fue su hogar durante siete años, Assange hizo de todo, hasta dos hijos.

Otro australiano de pelo cano experto en distanciamiento social es David Glasheen. Este magnate de la minería pasó de multimillonario a arruinarse durante el «crack» bursátil de 1987. Su vida de lujos saltó por los aires. Su esposa le pidió el divorcio. Cansado del peso de la sociedad y del dinero, en 1997 cogió una maleta con tres camisetas, dos pares de pantalones y bañadores, una linterna, un par de libros, un bote de pimienta roja, pasta de dientes, su cepillo y se marchó a una isla desierta.

Hoy, a sus 76 años, tras 23 de «Robinson Crusoe» ofrece sus consejos sobre aislamiento desde las 26 hectáreas de la pequeña isla de Restoration. Para la supervivencia: un equipo de pesca, un cuchillo, una piedra de fusil para hacer fuego y latas de comida. Para su higiene: jabón, detergente en pasta y, sí, el indispensable papel higiénico. Para entretenerse: internet por energía solar, buenos libros y sus gafas para ver de cerca.

Al igual que Assange tuvo desavenencias con las autoridades de Ecuador, Glasheen ha chocado con su casero, en este caso Australia. Las autoridades de Queensland le acusan de «okupa» y han lanzado una orden de desalojo contra él. Por eso, y no porque quiera volver a la civilización, Glasheen coloca enormes troncos de palmeras formando un gigantesco: HELP (ayuda). Lo cierto es que este septuagenario se ha construido una cabaña y un chiringuito en la zona con menos vegetación y mejores playas de la isla. En su bodega no faltan los licores y hasta hace su propia cerveza «artesanal» –como todo buen barbudo que se precie–.

A Glasheen le acompaña por la arena blanca su inseparable perro Zeddi. Desde la embajada en Knightsbridge, Assange agradeció varias veces la compañía de Michi, un felino con una cuenta de Twitter bajo la pata, regalo de uno de sus hijos mayores.

La testosterona también se dispara durante los confinamientos. El controvertido fundador de Wikileaks encontró el amor durante su reclusión con Stella Morris, una brillante letrada que intenta impedir su extradición a Estados Unidos. En 2016 tuvieron a Gabriel, al año siguiente se prometieron y en 2019, nació Max. Morris ha desvelado su intimidad porque teme por la vida de su pareja. En la cárcel de Belmarsh ya ha muerto un preso por Covid-19.

Mientras, el ex millonario busca el amor desesperadamente. Es de lo poco que no le ha dado la isla. Tiene a Miranda y a Phyllis, dos maniquíes femeninos –para no volverse loco–. Desde 2008, Glasheen usa una aplicación para conocer a mujeres online. Aún sin suerte. Quizá nadie pueda competir con su alienado amor por la isla. Y es que al contrario de Assange, que no desea fallecer en prisión y mucho menos por coronavirus, él sí se plantea que su vida acabe en Restoration. «Quiero morir aquí, ¿dónde sino? Este es mi paraíso en la tierra».