Opinión

De Gaulle sobrevuela La Moncloa

Pedro Sánchez, convencido de su eficacia, volvió a la prédica televisiva de mosén laico postmilenial de fin de semana. El inquilino de La Moncloa no invoca los horrores del infierno, pero sí el pánico para defender el confinamiento más duro de Occidente. «Sin Estado de Alarma habríamos tenido 300.000 muertos», espetó a la feligresía sabatina. La cifra espanta y perseguiría aplacar el malestar creciente por dos meses de enclaustramiento y de congelación de libertades, algo que para muchos ya destila un tufillo de experimento totalitario.

Sánchez, en plena crisis de la Covid-19, gobierna con un ojo en las encuestas. No es el único. La oposición también está encima de los oráculos demoscópicos. En La Moncloa hay un cierto optimismo. Los sondeos sonríen a los socialistas y colocan al PP de Casado diez puntos por detrás, aunque también sube. Los pronósticos dan 133 escaños para los de Sánchez y entre 95 y 100 para los populares. A la baja cotizan Abascal, Iglesias y también Arrimadas, a pesar de su último requiebro hacia el centro que puede pasarle factura si se percibe que Sánchez solo la quería para un apuro. Está pendiente el próximo barómetro del CIS salido de la «lógica difusa» de Tezanos y dará que hablar. Al presidente y a su equipo, sin embargo, les bastan sus propios datos para insistir en otro mes de Estado de Alarma con pequeñas cesiones y largas prédicas –pedagogía– los fines de semana.

Pedro Sánchez, por otra parte, consciente o no, responde las preguntas telemáticas de la prensa, desde una versión propia del llamado método De Gaulle. El que fuera presidente francés, para sortear asuntos incómodos, utilizaba la fórmula –su prestigio y el respeto democrático que infundía se lo permitían– de exigir que se hicieran de golpe todas las preguntas. Luego, con la excusa de ordenarlas, las respondía en bloque. Es decir, contestaba solo lo que quería y obviaba lo demás, una triquiñuela eficaz durante un tiempo, aunque ni eso evitó que perdiera un referéndum y se retirara. Sánchez no agrupa respuestas, pero refugiado en largas digresiones regatea lo que no quiere contestar, como el futuro de las pensiones, los salarios de los funcionarios o un rescate que sabe que llegará –y puede ser duro–, pero que no llamará rescate, como ese Rajoy al que ahora dice echar de menos en el PP la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, como apuntaba ayer en «El País». «Cosas veredes», mientras la sombra de De Gaulle sobrevuela la Moncloa.