Opinión
A la tercera, va... ¡la caída!
Se comprende la reacción forzosa producida ante el acuerdo de Podemos y Bildu seduciendo al PSOE para que acepte la liquidación radical de la actual legislación de las condiciones laborales, respecto a la rigidez del mercado de la mismas. Con ello se genera inmediatamente gran desempleo y, simultáneamente, con aumento del poder no sólo de las mayores entidades sindicales, sino de los grupos políticos socialmente más situados hacia posiciones comunistas y separatistas.
Como consecuencia del caos económico que había surgido en España en los primeros momentos de la Transición, y que se habían suavizado dentro del espíritu de Los Pactos de la Moncloa, se logró, en primer lugar, con el grupo sindical formado el 5 de julio de 1980 por UGT y CCOO, conjuntamente con la CEOE, una situación nueva, de la que se derivó, rápidamente, el llamado Acuerdo Nacional de Empleo. Esa situación que superaba tensiones notables, fue alabada por Fuentes Quintana en un artículo publicado en «El País», donde decía que ese sendero era la única «alternativa para conseguir la flexibilidad necesaria de los costes de trabajo en las condiciones de empleo conque afrontar la crisis».
Y, de pronto ante la debilidad política que acabo derribando sucesivamente a Suárez, y a Leopoldo Calvo Sotelo, tuvo lugar la llegada al poder del partido socialista con Felipe González. Rápidamente, éste inicio en «El País», el 6 de junio de 1982, que el planteamiento inmediato del nuevo gobierno socialdemócrata español era exigir la liquidación del Acuerdo Nacional de Empleo. Consideraba que tal planteamiento «no se repetirá». Y esto se situaría, en España, dentro de un modelo análogo al adoptado por el partido socialista francés, encabezado por Mitterrand, y que tenía, además, como base, un modelo social-keynesiano expansivo, vinculado con antecedentes socialistas marxistas, como en España defendía en esos momentos el pobre Ernest Lluch, al que asesinaría la ETA. Se creía que el modelo sueco de Myrdal garantizaba la bondad de ese método, y con esa seguridad, Felipe González señaló que así tendría lugar un avance considerable económico, que generaría «900.000 puestos de trabajo netos». Recuerdo que publiqué en «Ya» el 2 de junio de 1983, en ese momento inicial de Felipe González, un trabajo titulado «900.000 puestos de trabajo en el “Titanic”», porque era evidente que se generaría una caída de la economía. Y, efectivamente, el PSOE se encontró con que, al ocupar el poder, tenía España una tasa de paro de 16,6%, y cuando lo abandonó en 1995, la tenía del 22,8%.
El segundo modelo al que me refiero fue el de Rodríguez Zapatero. De nuevo se creyó la posibilidad de que un futuro favorable viniese de un modelo expansivo, unido simultáneamente a una rigidez en el mercado de trabajo, que había puesto en marcha el Gobierno Aznar. Se puso en marcha esta política, ignorando que eran preocupantes las condiciones de la economía mundial. Efectivamente, tal preocupación quedó justificada cuando se produjo la crisis provocada a partir de la quiebra del banco norteamericano Lehman Brothers. Los planteamientos de rigidez del mercado laboral, procedentes de la previa administración del Gobierno Aznar, se liquidaron y, al combinarse con una crisis mundial, por las características especiales que tiene nuestra economía, se produjo el hundimiento mayor experimentado por ella desde 1874. Basta tener en cuante esta acertada frase que mucho he repetido del libro del profesor Maluquer de Motes, «España en la economía mundial», en la pág. 91: «Nunca antes el ritmo del PIB y del PIB per cápita había sido tan contrario a la prosperidad general», y solo se superó una vez que, con las medidas de Rajoy, se volvió a eliminar todo lo que condujese a la rigidez del mercado laboral.
¿Es posible que pueda surgir otro panorama análogo como consecuencia del acuerdo firmado por una serie de grupos políticos situados a la extrema izquierda, el 21 de mayo de 2020? Quiero sospechar que, como economista, y nada menos que como Economista del Estado, la Vicepresidenta Calviño conozca perfectamente el panorama histórico que he señalado, y a qué se debió. Resulta interesantísimo, si no fuera tan trágico, contemplar esto, no solo en tiempos de una crisis como la que zarandeó al modelo de Rodríguez Zapatero, sino que se repita en la que va a sobrevenir. Parece muy claro, si se sigue esta política, lo que sucederá.
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