Opinión

Pensiones, primer aviso de Bruselas

La ola del tsunami político desatado la semana pasada por Pedro Sánchez con el acuerdo suscrito –y puesto en solfa en horas– ha ocultado casi todo lo demás. Además, antes de que el agua se retirara, el presidente, en el enésimo cambio de tercio y de opinión, logró centrar la atención con el anuncio de la reanudación de la liga de fútbol y con el principio de una relajación en las medidas de alarma que negaba hasta entonces. Persiste la incógnita de los motivos del inquilino de La Moncloa para encamarse con Bildu y dejar desconcertado al PNV de Urkullu. Los nacionalistas aprovecharán su habilidad para subir el precio de su apoyo, pero a partir de ahora no se fiarán del líder socialista y exigirán todos los pagos en efectivo.

El día que Sánchez desató el tsunami, justo después de que Ángela Merkel y Emmanuel Macron propusieran un ambicioso plan europeo, la Comisión Europea también lanzó una advertencia genérica sobre las pensiones y reclamó solidaridad de los jubilados con los jóvenes. El mensaje, porque también convenía al Gobierno social-neocomunista, se perdió en medio de unas aguas políticas demasiado revueltas. La canciller alemana está decidida a salvar el euro y arriesgará su capital político en el último tramo de su carrera. España, Italia y Francia se beneficiarán, pero tampoco «nada es gratis» y menos para gobiernos como el de Sánchez, que cada vez ofrecen menos confianza en Europa. Ángela Merkel, que es la gran esperanza de España frente a los halcones de la nueva liga hanseática –Holanda, Austria y Finlandia y también, incluso fuera del euro, Suecia y Dinamarca–, no tolerará bromas. Sánchez, como le susurra bien alto Nadia Calviño, tiene la oportunidad de diseñar un futuro creíble, a partir de 2021, de ingresos y gastos públicos en el que habrá ajustes o recortes, aunque le cueste el apoyo de Iglesias. Si lo hace, podría controlar los costes, que afectarán en cualquier caso a pensionistas y trabajadores públicos. El problema es simple, a pesar de que algunos no sepan o no quieran verlo. España no tiene el dinero suficiente para atender a sus necesidades. Por eso, este año, en el que vale todo, tendrá que pedir prestados 300.000 millones y los conseguirá, pero a partir de 2021 será diferente. Si España no anuncia y aplica políticas creíbles, habrá problemas. El ajuste futuro puede ser suave o brutal. La versión más extrema consistiría en una reducción de las pensiones –supresión de una paga extra, por ejemplo, y luego congelación– y una receta similar para los empleados públicos, mientras el Ingreso Mínimo Vital que se aprueba hoy sería flor de un día. Quizá no exista Gobierno que lo pueda soportar sin un descalabro histórico. El tsunami ha ocultado todo, pero las advertencias de Bruselas son reales y están ahí. Pensiones, primer aviso.