Opinión

“El horror del gen comunista de Podemos”

Esta obsesión de dividir a todos en buenos y malos, conmigo o contra mí, refleja lo peor de la política.

La Humanidad ha sido prolífica a la hora de cometer monstruosidades. El catálogo de crímenes y crueldades es espectacular. Se han realizado individual y colectivamente, en nombre de la ambición o la religión, por intereses económicos y sociales…. Los pecados capitales reflejan muy bien esta realidad, aunque, lógicamente, está la otra cara de la moneda, la de cómo hemos ido mejorando y abriendo camino a la bondad. El comunismo es una de las ideologías más atroces de la Historia y en su nombre se han asesinado a decenas de millones de personas en todos los puntos del planeta. Entre otras cosas, han impuesto las más brutales dictaduras, desestabilizado democracias, financiado y organizado grupos terroristas, etc. La relación de los horrores provocados por el comunismo desde que triunfó la Revolución Rusa, con la ayuda como sucede siempre de políticos miopes y empresarios aprovechados, es sobrecogedora. Por supuesto, sólo tiene parangón con el nazismo y las dictaduras militares. Todas se han basado en el desprecio por la vida humana, la persecución de los disidentes, la existencia de un partido único, la formación de una milicia, el culto al líder y el populismo, y el control de todas las instituciones políticas, económicas y sociales.

Muchas de las sociedades que han sufrido el comunismo, así como otras ideologías totalitarias, no se imaginaban que les sucedería lo mismo que a Rusia cuando se convirtió en la Unión Soviética. Esta ideología fue muy grata para intelectuales, artistas y periodistas, así como para jóvenes de clases altas. Muchos fueron devorados por las revoluciones comunistas que se vivieron en muchos países mientras otros colaboraron felices en los horrores que se cometieron. No es una casualidad el origen elitista como hilo conductor de los dirigentes de los partidos comunistas. En el marco de la Guerra Fría y la lucha entre los bloques, estas formaciones se disfrazaron buscando una equidistancia que les permitiera alcanzar el poder en la Europa Occidental. Afortunadamente no lo consiguieron con el eurocomunismo.

Los dirigentes comunistas, no importan sus cambios de piel, tienen una raíz totalitaria y un cruel autoritarismo, aunque utilicen con éxito el populismo y aprovechen el sistema democrático para sus fines. Era impensable que el comunismo español estuviera en el gobierno y lo ha conseguido. No entiendo que alguien sienta orgullo de ser comunista y no nos cause repugnancia. Es igual de espantoso que ser nazi o fascista. Cualquier totalitarismo es deleznable. No sólo Garzón es un líder comunista, sino que lo son la mayor parte de sus compañeros de Unidas Podemos. Es la realidad. Algunos han mudado de piel con otro nombre, pero mantienen firme su orgullo revolucionario y su firmeza comunista. Les gustaría que triunfara la «spanish revolution» e imponer un proceso constituyente que convertiría en moderado el desastre que significó la Segunda República, donde los fanáticos radicales, entre los que estaba una parte del PSOE, también gozaron del colaboracionismo de políticos centristas, empresarios, intelectuales y periodistas.

Unidas Podemos podría haber sido una interesante transformación de la izquierda con sensibilidad social en el nuevo contexto del siglo XXI. La realidad es que, desgraciadamente, mantiene el mismo autoritarismo y fanatismo del comunismo. Me quedé estupefacto cuando Pablo Iglesias, que ahora es vicepresidente del Gobierno y no un activista universitario, le dijo a Iván Espinosa de los Monteros, portavoz de Vox, con arrogancia y desprecio: «Al salir cierre la puerta». Esta obsesión de dividir a todos en buenos y malos, conmigo o contra mí, refleja lo peor de la política. No comparto, por supuesto, los ataques personales que recibe, pero tampoco los que realizaba cuando era un antisistema o, ahora, que está en el sistema.

La actitud que ha adoptado contra el centro derecha complica mucho los esfuerzos para hacer frente a la brutal crisis económica que nos afecta, aunque todavía mucha gente no sea consciente de ello. Con el puño en alto y cantando la Internacional no conseguirá un gran apoyo en la UE. La peregrina pretensión de menospreciar a los partidos que representan a la España que no vota al gobierno social-comunista y sus aliados es un grave error. Es lógico que se quiera poner todas las medallas sobre lo que denomina «escudo social» e, incluso, que ignore el desastre económico que heredó el gobierno del PP en 2011. España sufre una gran caída de los ingresos tributarios y un enorme aumento del gasto público, un importante número de empresas tendrán pérdidas y otras desaparecerán; mientras tanto, el Estado y el sector empresarial están inmersos en una inquietante espiral de endeudamiento. Iglesias debería entender que esta crisis se tiene que afrontar desde la centralidad y abandonando las viejas y fracasadas teorías comunistas. Ahora está muy contento en el gobierno, pero he visto a tantos exvicepresidentes y exministros que debería tener algo de perspectiva histórica y abandonar el sectarismo que le hace dividir la política y el periodismo entre buenos y malos.

Francisco Marhuenda es catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE).