Opinión

Trampas para elefantes y distopía

Pedro y Pablo, Sánchez e Iglesias, cada uno al frente de Gobierno y todos en el mismo Consejo de Ministros, han acordado que la legislatura sea todo lo larga posible. No se fían el uno del otro, pero también están convencidos de que su alianza actual es lo que más les conviene para el presente y para el futuro. Iglesias entró en modo pánico al principio de la pandemia, en los días más críticos y en la Moncloa llegaron a temer que abandonara el barco. Quizá esa sea la razón de que, en la práctica, mande tanto, marque la agenda y que ni tan siquiera Nadia Calviño, con más que un cierto respaldo de Bruselas, consiga controlarlo. Ahora, su penúltimo objetivo, como si fuera el líder de los Tectósagos –la tribu Gálata que se llamaba a sí misma buscadora de botín–, es que el botín del teórico maná europeo no se invierta, ni se dedique a reformas, sino que se destine a subsidios y subvenciones directas. Populismo puro.

Los Gobiernos de Pedro y Pablo preparan la «nueva normalidad», en la que el inquilino de la Moncloa deberá someterse a una cura de desintoxicación de homilías televisadas para evitar un posible síndrome de abstinencia. En cualquier caso, tanto él como sus estrategas están convencidos del acierto de haber bombardeado a la ciudadanía desde el púlpito catódico porque, al final, lo que importa es la sensación de poder, de mando, sobre todo en tiempos de una oposición despistada. «Si el enemigo se equivoca, no lo distraigas», decía Napoleón.

Pedro y Pablo, por si acaso, ha preparado una amplia red de trampas para elefantes destinadas a pillar, más o menos por sorpresa, a sus adversarios políticos, pero sobre todo al PP de Casado y, quizá de forma indirecta, a los «indepes» de Torra, ya que creen que los de ERC de Aragonés y Torra están más controlados, a pesar de que siempre existe el riesgo del imprevisible, por visionario, Junqueras. Los Gobiernos de Pedro y Pablo, en ese caso por unanimidad, van a traspasar la responsabilidad de salir de la Fase 3 de la desescalada a los Gobiernos autonómicos. En la práctica, significa que Madrid y en Cataluña, Barcelona, podrán decidir cuando dejan atrás esa Fase 3 y última, y es muy probable que adelanten ese proceso todo lo posible. Luego, si algo sale mal, un rebrote inesperado, Pedro y Pablo podrán culpar a Isabel Díaz Ayuso o a Quim Torra del desastre, aunque el verdadero gran objetivo es la presidenta madrileña, el último obstáculo para hacer realidad toda una distopía –futuro indeseable–, que empezaría con las dudosas medidas extraordinarias para después del Estado de Alarma, también coercitivas. Lo ha escrito García Trevijano, letrado mayor del Consejo de Estado: «medidas singulares que se adoptan sin el pueblo pero en su beneficio. Pues bien, resulta que eso es precisamente una dictadura».