Opinión

Calviño y los hermanos Marx

Nadia Calviño tiene posibilidades reales de ser la presidenta del Eurogrupo, en sustitución del portugués Mario Centeno, que dejará el cargo para ocupar la poltrona, acaso más atractiva, del Banco de Portugal, que también le dará acceso a un puesto en el Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo. La ministra española está bien situada, pero no tiene asegurada su elección y, por eso, opta por la prudencia y recurre a la explicación de que está pendiente de la decisión de Pedro Sánchez para presentar su candidatura.

El acceso de Nadia Calviño sería una magnífica noticia para España, aunque existe la posibilidad de que no todos opinen lo mismo en ese Gobierno en el que, a veces, como apunta Felipe González, «la dinámica de la discusión se parece mucho al camarote de los hermanos Marx». Sánchez, sin duda, sí lo tiene claro, pero es lógico que no quiera correr el riesgo de impulsar una candidatura si no tiene garantías suficientes de que vaya a salir adelante. Ahí está, en la memoria, el precedente de Luis de Guindos, en tiempos de Rajoy, que también aspiró al puesto y, al final, los equilibrios europeos le impidieron conseguirlo.

Nadia Calviño, según los más expertos en los complicados manejos de la Unión Europea, tendría un 50% de posibilidades, «¡y eso es mucho!», afirman. La española tiene a su favor ser socialista, del sur y mujer. Sus puntos más débiles son las cuentas públicas de España del año pasado, con un déficit superior al pactado y, todo cuenta, los perfiles de sus teóricos rivales, el luxemburgués Pierre Gramegna y el irlandés Paschal Donohoe. Irlanda, sobre todo después del Brexit, reclamará con vehemencia un puesto de tanta visibilidad. Por último, Calviño sin duda sería la candidata preferida de los altos funcionarios europeos, pero la decisión está en el ámbito político y ahí juegan otras complicidades, nacionales y personales.

El acceso de Calviño a la presidencia del Eurogrupo blindaría, por otra parte, su presencia en el Gobierno de Sánchez y elevaría, en la práctica su rango de vicepresidenta. También garantizaría, de alguna manera, que España adoptara una política económica compatible con la llamada «ortodoxia» de Bruselas que incluye, entre otras cosas, rigor fiscal, es decir, reducciones del déficit y la deuda y eso puede acarrear algún sacrificio. La presencia de Calviño al frente del Eurogrupo sería excelente para España, pero quizá en el camarote gubernamental de los hermanos Marx, Pablo Iglesias, por ejemplo, no sea partidario y juegue a la contra.