
Opinión
¡Más madera!, ¡gastad, malditos!
Juan Roig, presidente de Mercadona, escandalizó a muchos –y al Gobierno de la época, el de Zapatero–, cuando en marzo de 2011, en plena Gran Recesión, dijo que «este año tiene una cosa buena, es mejor que 2012». El empresario, que tuvo razón entonces, advierte ahora que «llegan tiempos muy duros», reclama seguridad jurídica y que «se faciliten e impulsen las inversiones finalistas». Es justo lo contrario de lo que preconizan algunos en el Consejo de Ministros que intentarán que todo el dinero que llegue de Bruselas se destine a subsidios y subvenciones, clientelismo asistencial. Hay empresarios, como Roig, que siempre hablan claro. Hay, por el contrario, algún dirigente patronal dedicado a salir en la foto, a ser posible con el poder a cambio de halagos. José María Aguirre Gonzalo, presidente de Banesto en los albores de la transición y líder de lo que se conocía como el club de «los siete grandes» –los presidentes de los mayores bancos– afirmaba que «el banquero tiende a ser gubernamental, no puede ser de otra forma». Admitía la dependencia indirecta al Gobierno de turno de las actividades afectadas por lo que publique el Boletín Oficial del Estado, que es donde está el poder. Banqueros y empresarios desgranan sus recetas para salir de la crisis pero sin dejar de ser prudentes. Existe ahora, más allá más de observaciones públicas a veces críticas, más que un cierto coqueteo con el poder, con Sánchez –Iván Redondo tiene siempre abiertos los canales de comunicación con un grupo selecto–, y un renacido interés de varios en impulsar la resurrección de Ciudadanos, ahora con Inés Arrimadas de líder, como línea de contención ante Iglesias.
Los «tiempos muy duros» de los que habla Juan Roig, concentrado en su empresa sin perder energía en asuntos colaterales, llegarán a la vuelta del verano. Algún día acabarán los ERTE, que prolongados hasta septiembre costarán al erario público otros 15.000 o 20.000 millones, otro 1,5% de déficit, que puede terminar el año en el 15%. En otoño, muchos trabajadores que ahora han capeado el temporal sufrirán las consecuencias económicas de la covid-19. Más tarde, cuando dejen de estar prohibidos por el Gobierno, llegarán los concursos de acreedores y los cierres de empresas. Por ahora, el Banco Central Europeo lo paga todo y hasta Kristalina Georgieva, directora general del FMI, anima –¿quién lo hubiera dicho?– a gastar como nunca: Gastad, malditos. Nadie rechaza dinero fácil. El economista José Carlos Díez apunta que en lugar del camarote de los hermanos Marx del que habló Felipe González para describir al Consejo de Ministros, quizá habría que pensar en «los hermanos Marx en el Oeste», cuando agotan la madera y desguazan el tren para que la máquina siga a toda marcha, hasta que no queda tren, todo al grito de «¡Más madera!»
✕
Accede a tu cuenta para comentar