Opinión
Nadia y el concejal de Luxemburgo
Nadia Calviño, ¡por fin!, es candidata oficial a la presidencia del Eurogrupo. Compite con el liberal luxemburgués Pierre Gramegne y con el conservador irlandés Paschal Donohoe. Necesitará al menos 10 de los 19 votos de los miembros de ese órgano informal, pero influyente, que agrupa a los ministros de Finanzas de los 19 países que adoptaron el euro como moneda. La ministra española parte como favorita, pero ella misma es consciente que en asuntos europeos no hay nada seguro hasta el final. Luis de Guindos ya lo intentó, pero le ganó la partida el socialdemócrata holandés, Jerome Dijsselbloem, aquel que dijo en 2017 sobre los países del Sur que «no puedo gastarme el dinero en mujeres y alcohol y ahora pedir dinero».
La candidatura de Calviño tiene puntos fuertes como su experiencia –es alta funcionaria europea– en Bruselas y también el hecho de ser mujer, porque sería la primera ese cargo. En su contra pueden jugar las suspicacias de los países del Norte sobre los del Sur y los incumplimientos españoles con el déficit. No obstante, si la ministra española logra su propósito, un póker de damas partirá el bacalao en la Unión Europea: Angela Merkel, Christine Lagarde, Ursula Von der Leyen y la propia Nadia Calviño.
El Eurogrupo decidirá el próximo 9 de julio y, hasta entonces, España debe mover todas sus influencias a favor de su candidata porque su elección, sobre todo en estos momentos, sería una de las mejores noticias que podría recibir la economía española. Calviño es favorita, pero sería un error despreciar las opciones del irlandés y del luxemburgués. Europa, en tiempos de crisis, ha elegido dirigentes de pequeños países –y del centro del continente– como soluciones de compromiso. En ese escenario, Pierre Gramegna, del Gran Ducado de Luxemburgo, podría ser el rival más peligroso de Nadia Calviño y recuerda un divertido incidente, a finales de los años ochenta del siglo pasado en una reunión del grupo de Trevi, en el que coincidían los ministros del Interior para aunar estrategias contra el terrorismo. José Luis Corcuera era el ministro del Interior español al que su colega luxemburgués ponía todo tipo de trabas. Corcuera, en un momento, sacó su carácter y le espetó que no era lógico que «un concejal» de una ciudad de 100.000 habitantes condicionara la política de seguridad europea. La salida del español indignó al luxemburgués, pero divirtió a sus colegas, sobre todo al histórico y aristocrático socialista francés Pierre Joxe. Calviño y un concejal de Luxemburgo.
✕
Accede a tu cuenta para comentar