Opinión
Volverán
Durante años el nacionalismo ha transmitido perogrulladas beligerantes entre soflamas patrióticas, que han servido de acicate a una tropa controlada por una parte de nuevos ricos catalanes, que no deseaba romper con España, pero la quería de rodillas. El 11 de septiembre de 2012 se produjo un punto de inflexión en las pretensiones separatistas de los dirigentes supremacistas, después de la primera manifestación masiva convocada por las llamadas asociaciones civiles independentistas. Artur Mas, ante un tigre desbocado decidió cabalgarlo, convocando elecciones con la esperanza de consolidar su apoyo electoral, ante el fundado temor de perder el poder por la crisis económica y la corrupción que se extendía por España y asomaba en el paraíso convergente. Se aceleró la propaganda separatista en los medios de comunicación y el lema «Espanya ens roba» triunfó como desgarrado grito de hartazgo de los catalanes, propalado por las juventudes de ERC y memorablemente recogido en una imagen de Pere Aragonés.
Fue en 2012 cuando el CEO (Centre d´estudis d´opinió), detectó como el grupo de identidad nacional «tan catalán como español» inició una bajada brusca que superó los 15 puntos porcentuales, mientras que el segmento con identidad nacional única «sólo catalana» inició una escalada abrupta de más de 15 puntos; coincidían con el momento álgido de las protestas del movimiento 15M y que abocaron acto seguido a la convocatoria de las elecciones autonómicas del 25 de noviembre de 2012. La situación que se vive en Cataluña responde a una concienzuda labor de propaganda del credo nacionalista, tras un formidable ejercicio de hegemonía mediática conseguida con la aquiescencia de los gobiernos españoles y la omisión irresponsable de la mayoría política. El mantra del llamado «derecho a decidir» ha sido usado por los comunicadores del régimen.Goebbels, el jerarca nazi, ideó el «Principio de orquestación», la estrategia mediática usando la propaganda, pero ceñida a un número pequeño de ideas e incansablemente repetidas, presentarlas una y otra vez desde diferentes perspectivas, pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto, como un mantra: «Si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad». Frente al mantra separatista apenas unas voces se alzaron durante años, y los que osaban levantar testimonio adverso al separatismo eran lanzados al ostracismo social por la maquinaria propagandística. El control del lenguaje y por tanto de la mente de los individuos ha sido vital para promover las trampas dialécticas, siendo una de ellas consiste en hablar de España y de Cataluña como dos entidades que están al mismo nivel y que además están enfrentadas. Su discurso crea la sensación de que España es algo lejano, que es un país vecino al que tenemos que soportar. Mediante este lenguaje quieren hacer olvidar que Cataluña es parte de España imprimiendo una dinámica psicológica en la mente, donde Cataluña se ve como un país más que está y ha estado siempre fuera de España.Tenemos elecciones en Catalunya en breve, y el separatismo amenaza de nuevo. Seamos conscientes, el separatismo volverá a intentarlo.
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