Opinión
Frenar la sangría
En verano preocupan siempre los fallecimientos, tanto en las carreteras, este año con muchísimos menos desplazamientos, esperemos que desciendan, como los asesinatos por violencia.
Las llamadas de mujeres víctimas de violencia machista se han incrementaron un 50 % el pasado mes de mayo respecto al mismo mes de 2019, un año atrás. Lo que indica que el fin de confinamiento ha disparado la ira y los enfrentamientos violentos.
No se trata de buscar culpables políticos o jurídicos porque los únicos responsables son los asesinos, sin embargo quizá serviría que cumplieran sus penas íntegras y que para casos extremos, monstruosos, sin visos de reinserción, se aplique la prisión permanente revisable. Que la ley contra la violencia de género sirva para protegernos de los criminales, no para criminalizar a todos los hombres. Urge acabar con el terrorismo machista. En Estados Unidos existen listados públicos con los nombres de los agresores sexuales condenados, incluso facilitan sus domicilios. Aquí se protege su intimidad. Sin embargo creo que publicar hasta sus fotografías, pondría a salvo a la sociedad y, lo más importante, ayudaría a evitar la reincidencia tan tristemente común en la que caen sin remordimientos ni piedad violadores y asesinos, que, como han demostrado, no pueden, ni quieren reinsertarse. Son muchísimas las mujeres que dejan hijos huérfanos (a causa de su propio padre), hijas que dejan una madre destrozada, una familia hundida por el dolor… son infinitos los dramas.
Me impresionaron especialmente las palabras de la madre de la desaparecida Marta Calvo: «A mi hija ya nadie me la va a devolver con vida, lucho por darle su descanso en paz y hacerle justicia como ella merece, pero voy a luchar porque las leyes cambien y en manos de los políticos hay mucha fuerza para que esto se consiga. Pienso y creo que nos lo merecemos, que se puede conseguir cambiar estas leyes, endurecerlas. Creo que ante leyes más duras y condenas más duras, estos depravados asesinos, violadores y delincuentes se lo pensarían un poquito más, quizás hasta el punto de no hacerlo».
Dicho queda.
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