Opinión

Calviño, derrota y victoria

Nadia Calviño se ha quedado con la miel en los labios. Ha estado a punto, pero al final el irlandés, liberal conservador, Paschald Donohoe, se ha llevado el gato al agua de la presidencia del Eurogrupo, el foro informal pero muy influyente que agrupa a los ministros de Finanzas de la Eurozona. España vuelve a tropezar en la misma piedra porque también Luis de Guindos aspiró al puesto, pero fue desbancado por el holandés Jeroen Dijsselbloem. Calviño, que contaba con el apoyo de Alemania, partía en teoría de favorita, algo que incluso ha podido perjudicarle, igual que el mecanismo de la elección, que se resume en la fórmula «un país, un voto». Eso significa que, con toda probabilidad, los países pequeños de la Eurozona han inclinado la balanza hacia el candidato irlandés.

Pedro Sánchez impulsaba la candidatura de Nadia Calviño, algo que la hubiera afianzado en el Gobierno frente a Pablo Iglesias y los suyos que pondrán cara de circunstancias, aunque nunca vieron con buenos ojos el que la ministra española pudiera estar al frente del Eurogrupo. La derrota de Calviño puede ser también un revés para la economía española porque su éxito en esa elección garantizaba una cierta ortodoxia en las próximas políticas económicas, algo que sin duda el Gobierno de Iglesias –frente al de Sánchez– intentará torpedear. Calviño, como presidenta del Eurogrupo, hubiera sido mucho más que una vicepresidenta tercera y, además de garante de estabilidad, también podría haber acelerado la negociación y puesta en marcha de los fondos de ayuda europeos a los países más golpeados por la pandemia.

La candidatura de Calviño encaraba dos obstáculo que, al final, han sido infranqueables. Por una parte, en el Eurogrupo hay una mayoría conservadora que se ha hecho valer. Por otra parte, como ya no descarta el propio Pedro Sánchez, España es probable que necesite un rescate, aunque se adorne con condiciones atenuadas. En ese escenario, países pequeños y del norte podían pensar que una española al frente del Eurogrupo significaba también apoyar la criticada laxitud económica y alegría con el gasto de los países del sur, con Italia y España a la cabeza. La política en la eurozona es muy enrevesada. Nadia Calviño ha perdido una batalla de mucha repercusión, pero menor al fin al cabo, y lo importante es que sigue ahí y es muy válida –sí Sánchez le apoya de verdad ahora– para que España salga airosa. El reto de Calviño es que su derrota en el Eurogrupo se convierta en una victoria en el más que probable rescate.