Opinión

Partido Nacionalista Popular Vasco

Alberto Núñez Feijóo fue el gran triunfador de la jornada electoral del domingo. Cuatro mayorías absolutas están al alcance de muy pocos, aunque lo también relevante es que le ha sacado nada menos que 24 puntos de diferencia al segundo partido, el BNG renacido de la mano de Ana Pontón, y la friolera de 28,5 puntos a los socialistas del sobrino de Abel Caballero. Íñigo Urkullu, en el País Vasco, también ganó con holgura, con 12 puntos de ventaja, aunque necesitará la coalición con los socialistas de Idoia Mendía que, en la práctica se quedan como estaban. Son las miserias y los defectos del sistema electoral español, aplicado con mínimas diferencias, en todas las autonomías, y que en la práctica exige casi una conjunción astral para lograr una mayoría absoluta o casi que de estabilidad. Maurice Duverger ya explicó cómo los sistemas electorales no son neutros, sino que son decisivos para que se puedan formar gobiernos estables.

Los resultados de los comicios gallegos y vascos permiten múltiples lecturas, alarmantes, prometedoras e incluso llamativas. El nacionalismo radical –en el Pais Vasco, heredero directo de los violentos– ya es la segunda fuerza política en ambos territorios. Además, el BNG y EH-Bildu son las únicas formaciones que ganan votos, casi los triplican como es el caso de los nacional-indepes gallegos. Vox también en el País Vasco, pero aunque ha logrado un diputado, apenas ha sumado un 1,96% de sufragios, un porcentaje con el que, hace años, hubiera quedado fuera del Parlamento. Hubo un tiempo en el que se exigía un mínimo del 3% para formar parte de la cámara vasca pero Ibarretxe, necesitado de la entonces Izquierda Unida, cambió la norma, algo de lo que ahora se aprovechan lo de Abascal con apenas 4.772 votos en Álava, que es donde han logrado su escaño.

El batacazo de Unidas Podemos y Pablo Iglesias es notable, lo que augura nuevas maniobras de distracción, que es probable que vuelvan a fijarse en la Monarquía. La debacle en Galicia es absoluta y en cualquier partido sin raíces comunistas pasaría factura a su líder. En este caso, es previsible alguna nueva purga, pero Iglesias y los suyos se encadenarán a sus poltronas en el Gobierno de un Sánchez que tampoco ha salido airoso de las urnas y que no ha empezado bien su gira europea en busca de dinero gratis. El holandés Rutte, como estaba previsto, le ha dicho «no» y no será él último. Pablo Casado se agarrará al éxito de Feijóo para tapar el fiasco en el País Vasco, en donde otro análisis, apunta a que votantes populares se han refugiado en el PNV, con las narices más o menos tapadas, como partido de derechas –que es lo que es– que garantice un mínimo orden, sobre todo económico, y embride de alguna manera las veleidades de Sánchez, mientras los rebrotes de la Covid-19 preocupan. Quizá efímero, es el Partido Nacionalista Popular Vasco. Ahora está ahí.