Opinión

Sánchez, muchedumbres, verdad

Pedro Sánchez libra ahora una batalla en dos frentes al mismo tiempo. En la Unión Europea pelea para conseguir el máximo de fondos para la reconstrucción con menos condiciones. En España se fajará para convencer a todos que ha alcanzado grandes logros, obtenga lo que obtenga, que será menos que los 140.000 millones que algunos dieron por hechos. Para el presidente es tan importante lo que consiga como lo que crean los españoles que ha logrado, salvo que haya condiciones que impidan cualquier enmascaramiento. Al fondo, Junqueras y los condenados del «procés» –ante el estupor de muchos– están prácticamente en libertad, mientras los rebrotes de la Covid-19 se multiplican y complican la recuperación económica.

En la Cumbre Europea de este fin de semana, también como estrategia y para tener contenta a su clientela, el «odiado» holandés Rutte pronunció, como aperitivo de las negociaciones sobre las ayudas, las dos palabras más temidas, «pensiones» y «reformas». Nadie ignora ya que «pensiones» y «reformas» equivalen a «bajadas». Las pensiones son la última trinchera que defenderá Sánchez, porque en ese terreno no sirven los eufemismos ante la contundencia de la nómina mensual, aunque no puede garantizar que mantendrá la posición intacta. Más allá de las ayudas que consiga España de la Unión Europea, el paisaje empieza a ser sombrío: la deuda pública acaba de superar el 100% del PIB y asciende a 1,257 billones de euros y según la AIREF podría llegar al 130% del PIB, es decir una de 1,60 billones de euros, una losa para varias generaciones porque hasta 2043 no se volvería a las cifras actuales. Esos 1,6 billones son casi la misma cantidad que el total de ayudas que la Unión Europea discute repartir entre todos los países. Churchill explicó que «las multitudes permanecen hundidas en la ignorancia de los hechos económicos más simples y sus líderes, cuando piden sus votos, no se atreven a desengañarlos». Pedro Sánchez tiene la ventaja de que, en teoría, no hay elecciones hasta 2023, lo que le permitiría desarrollar un histórico plan de pedagogía para explicar a la sociedad que nada es gratis y que, a veces, para conservar casi todo hay que renunciar a algo. Nada augura que Sánchez elija la pedagogía porque quizá alguien le haya refrescado aquella sentencia de Kipling: «La verdad no suele gustar a las muchedumbres», pero el inquilino de La Moncloa y su socio Iglesias no parecen interesados en comprobarlo