Opinión

Abuso de menores

Hay dos cosas que me admiran sobremanera, sinceridad y valentía. Considero que no hay vida sin verdad, que no merece la pena existir en la impostación. Y adoro el valor porque, aun siendo un impulso innato, es rasgo que el amor a la verdad potencia. Por eso me enorgullezco de pertenecer a la institución que en primer lugar ha reconocido que en sus filas se cometía pederastia y que ha sabido afrontarlo.
El abuso de menores, una de las peores lacras sociales, nos rodea. En las familias sobre todo, pero también en las organizaciones deportivas, las escuelas, hasta los hospitales. Que una organización enorme y mundial como la Iglesia católica tire de la manta y arrostre un cáncer así, revela una inusitada confianza en el valor curativo de la verdad. Ha salido este verano un Vademecum católico universal. Se exige a los obispos que no se limiten a cumplir las leyes locales, sino que aborden los casos jurídicamente, superando las legislaciones que no provean al respecto. Se solicita que investiguen hasta las meras denuncias de los medios de comunicación. Se exige que no se recurra a trasladar a los religiosos o clérigos de una parroquia o sede a otra, que se les enfrente policialmente a los hechos. Es un documento duro y tajante, que busca eliminar las épocas en que taparlo todo respondía al deseo de no escandalizar. Con este texto a cualquiera se le quitan las ganas de seguir en la Iglesia si sus debilidades van por cerros perversos.