Opinión

Empresas y empleos zombis

En la España de la pandemia que no cesa y de las cinco crisis simultáneas –sanitaria, económica, política, territorial e institucional– que agitan los catastrofistas, los «indepes» y los enemigos del «Régimen del 78», los árboles de los parados a veces ocultan el bosque del empleo. Los días de la hibernación y el confinamiento –aunque vuelvan en lugares muy concretos– quedaron atrás y su repetición sería un suicidio económico. Sin embargo, la gestión de la situación actual puede ser mas enrevesada que la del tiempo del encierro obligado, en el que la única opción era facilitar todo el dinero posible a empresas y trabajadores para que se mantuvieran a flote. Los ERTE fueron un recurso providencial, pero no son una solución definitiva. El ciclotímico mercado laboral español, como lo define José Luis Raymond, director de Funcas y miembro del consejo de expertos recién nombrado por Nadia Calviño, afronta un dilema para algunos diabólico y que, sobre todo teme la correosa y radical ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, que ha eludido hasta ahora la polémica sobe la monarquía a la que se aferra su jefe Pablo Iglesias.

El dilema laboral pasa por la elección entre perpetuar el sistema de los ERTE y ayudar a empresas sin futuro o volcarse en los proyectos perspectivas, a costa de más paro a corto plazo, que habría que mitigar con otras ayudas. En plena hibernación hubo casi 3,5 millones de trabajadores en el limbo de los ERTE. Ahora, todavía siguen bajo ese paragüas alrededor de 1,2 millones de asalariados y no existen garantías de que puedan volver a sus empleos de antes de la Covid-19. Hay empresas que casi han recuperado la plena actividad, pero otras siguen cerradas o casi. Además, como empieza a detectar el Banco de España, las compañías están mucho más endeudadas que antes de la pandemia y en el horizonte se otean problemas de liquidez que, si persisten, ponen en peligro la solvencia. Más importante incluso que los ERTE es que las líneas de liquidez, con el aval del ICO, de hasta 100.000 millones de las que tanto presumió el Gobierno, y que caducarían el 1 de diciembre se prolonguen hasta final de año por lo menos. Lo que no tiene sentido es mantener empresas y sectores zombis, como ya explicó en el parlamento Pablo Hernández de Cos, gobernador del Banco de España. Puede ser el sueño de algunos populistas de un país rehén de las subvenciones, pero sería también una sociedad de empleos zombis, de muertos vivientes.