Opinión

A la deriva

Sólo los componentes de ese conglomerado ideológico, más bien estrambótico e incoherente, que sostiene al Gobierno-Franckenstein, como lo llamó Rubalcaba, conservan, por la cuenta que les tiene, una cierta fe en el actual presidente. Al menos, en apariencia. No tienen en cuenta la advertencia de Descartes de que «es prudente no fiarse nunca por completo de quien nos ha engañado alguna vez». Tal condescendencia con quien les ha engañado repetidamente sólo se explica por el juego conocido de sacar provecho, más o menos inconfesable, de semejante sumisión aparente. Para eso lo pusieron ahí. Sólo por eso lo mantienen en el escaparate como a un maniquí, moreno de playa, con corbata elegante y traje azul.

En general, la política del presidente Sánchez está sufriendo una dramática crisis de confianza, que se ve incrementada por la evidente falta de respuesta a la mortífera pandemia y a sus destrozos económicos, sin un plan nacional a la vista, negociado con la Oposición. Hay consenso universal en que las cosas no se están haciendo bien en España y en que, de seguir así, vamos a la deriva sin nadie al timón en medio de una formidable tormenta. Los datos dejan poco lugar a dudas. El rebrote incontrolado del coronavirus en todo el territorio, más que en ningún otro país; el desbarajuste y desconcierto general en la vuelta a clase; las increíbles dificultades burocráticas para cobrar el ingreso mínimo vital y, por si fuera poco, el solemne anuncio del presidente de que él se hace a un lado y descarga en los Gobiernos regionales la responsabilidad de hacerse cargo de la endiablada situación nacional, confirman la impresión de desgobierno y desvarío cuando más falta hacía un liderazgo fuerte y fiable.

El presidente, sus ministros y la inmensa corte de contratados y beneficiados emplean casi toda su energía en ver cómo permanecer el mayor tiempo posible en el poder. De ahí la constante reiteración engañosa de que en el Consejo de Ministros todo es armonía y de que hay Gobierno para rato. Ahora mismo, el gran objetivo consiste en conseguir aprobar los presupuestos, además de para hacer frente –faltaría más– a la crisis económica con la ayuda europea, para garantizar la permanencia en el cargo hasta agotar la legislatura. Parece que preocupa más la continuidad del Gobierno, no se sabe bien para qué a la vista de los resultados, que hacer frente en serio a los problemas de los españoles. Pedro Sánchez, con la ayuda de Tezanos e Iván Redondo, está en permanente campaña electoral, mientras la barca de la nación zozobra.