Opinión

ERTE perpetuo, trampa o solución

Yolanda Díaz, la ministra de Trabajo de Unidas Podemos (UP), que tiene mejor imagen que su jefe, Pablo Iglesias, acaba de abrir la puerta al mantenimiento de los ERTEs «hasta que sea necesario», mientras haya pandemia. En la práctica, es un paso más para convertirlos en indefinidos y también en una trampa colectiva –además de un espejismo– de la que puede ser complicado salir y cada vez más difícil de pagar. Los ERTEs han sido algo así como el bálsamo de Fierabrás del Gobierno de Sánchez para aliviar, de forma casi instantánea, las consecuencias en el empleo de la pandemia de la Covid-19 en las semanas de «Gran Reclusión» de la primavera y ahora de los rebrotes del virus. Todo se reduce a que en lugar de contar parados, se cuentan afectados o inmersos en ERTEs. En realidad, todos son desempleados, aunque sean temporales. Son útiles y han demostrado su eficacia, pero solo como solución transitoria, porque la historia reciente de su utilización –antes de la situación excepcional de la pandemia– apunta que los empleos afectados por ERTEs tienden a desaparecer si las condiciones que los han originado se mantienen durante periodos prolongados.

El Gobierno, quizá porque los sindicatos temen lo que pueda ocurrir en el otoño, no ha lanzado las campanas al vuelo con los datos de paro de agosto, en teoría mejores que los de otros años. Los números, en cualquier caso, son terribles: 3,8 millones de desempleados registrados, a los que habría que sumar los otros 800.000 trabajadores incluidos en ERTEs que, en muchos sectores, tienen escasas perspectivas de que en algunos sectores se recupere la actividad. La prolongación «sine die», aunque sea mientras dure la pandemia, como han advertido numerosos expertos, puede generar empresas y empleos zombies, que además, pueden ser un pozo sin fondo de recursos que quizá podrían ser utilizados mejor para desarrollar proyectos con verdadero futuro. No significa desproteger a los trabajadores cubiertos ahora por el paraguas de los ERTEs, sino buscar alternativas reales, en lugar de mantener con respiración asistida empresas inviables condenadas al cierre. Los ERTEs han sido y son un instrumento útil y en algunos casos –cada vez menos– deben mantenerse, pero convertirlos en permanentes es más una trampa que una solución y solo sirve para mantener amplias capas de trabajadores subsidiados, incluso hasta la jubilación cuando tienen cierta edad. La tentación irresistible de los populistas es que eso también da muchos votos, aunque conduzca al desastre.