Opinión
En busca de Diotima de Mantinea
Salvador Illa, el ministro tranquilo, está en el Consejo de Ministros porque Pablo Iglesias despreció para los suyos la cartera de Sanidad, por sus escasas competencias. También porque es catalán y Sánchez tenía que cubrir esa cuota, un tributo que tienen que pagar en España todos los Gobiernos, ya sean de izquierdas, de derechas e incluso populistas. La gran aportación de Illa a la gestión de la pandemia han sido sus intentos –a veces con éxito– de limar asperezas, rebajar la tensión y trasmitir una sensación –cierta o no– de tranquilidad. Lo ha conseguido en parte, aunque no ha logrado el gran objetivo inicial del Gobierno de transmitir que todo está controlado o, al menos, en camino de estarlo. Illa, más allá de la pandemia, se ha ganado un hueco en el cada vez más intrincado laberinto catalán, en su caso como notable –quizá incluso candidato a la Generalitat– del socialismo catalán, enredado también en sus propios líos internos desde hace demasiado tiempo y que, ahora, una vez más pueden volver a aflorar.
Illa, convertido en personaje por azares del destino, puede ser uno de los que salga más airoso de la pandemia que no cesa y para la que su ministerio tampoco ha hallado respuesta. El viernes, el inefable doctor Simón, reportó 10.476 nuevos positivos en un día, un récord triste que coloca a España en cabeza de la expansión de la Covid-19, con más de doble de casos que Francia y diez veces más que Italia. Algo se habrá hecho mal en España para estar en esta situación y es imprescindible una explicación rigurosa, más allá de las costumbres sociales y del trajín de unos turistas que este año no han venido. Las restricciones se multiplican y en Baleares incluso hablan de toque de queda nocturno. La muy tímida recuperación económica está a punto de esfumarse si la situación sanitaria no se revierte. Sánchez, el jefe de Illa, hace tiempo que se lavó las manos y pasó la patata caliente a las comunidades autónomas, que tampoco tienen ninguna solución mágica, al estilo de Diotima de Mantinea, profetisa arcadia en el siglo de Pericles, coetánea de Sócrates, que según Robert Graves puso fin magicamente a la peste en Atenas del siglo V a.C., quizá la primera epidemia documentada de la historia. Muchos siglos después, algunos en España buscan su propia Diotima de Mantinea, quizá en forma de vacuna, pero hasta que llegue la solución mágica hace falta algo más que los siempre oportunos oficios balsámicos de Illa.
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