Opinión

El dinero de la «vice» y otras mentiras

Carmen Calvo, vicepresidenta primera del Gobierno, entró por la puerta grande en el selecto grupo de autores de frases célebres cuando, como ministra de Cultura de Zapatero, afirmó que «el dinero público no es de nadie». Aquel desliz –en realidad era nula cultura económica– siempre le perseguirá y aunque sabe que no puede caer en el mismo error, el subconsciente quizá le traicione a veces, que es lo que explicaría que ayer sin más lejos sus palabras rechinaran frente a las de sus compañeras de Gobierno, la también «vice» Nadia Calviño y la portavoz y titular de Hacienda, María Jesús Montero. Las dos dejaron en el aire abierta la posibilidad de una congelación salarial de los empleados públicos, mientras que Calvo lo descarta. Todo cuando el Gobierno reconocía un déficit conjunto de todas las Administraciones Públicas de 68.524 millones en la primera mitad del año, un 6,12% y un 165,7% superior al de junio de 2019. Y todavía será peor, el déficit de caja de la Administración Central –no hay datos agregados– hasta julio aumentó un ¡433,9%! Son cifras mareantes que desnudan las penurias de unas cuentas públicas que pueden hipotecar a generaciones de españoles.

España estaría quebrada fuera de la Unión Europea y sin la respiración asistida que facilita el Banco Central Europeo. La política es gastar lo necesario para evitar el colapso de empresas y familias, pero los ajustes –ahora se llamarán así, porque antes eran recortes– son inevitables como sugieren las palabras y los silencios de Calviño y Montero. Y también lo que explica José Luis Escrivá, titular de la Seguridad Social, cuando plantea trabajar más tiempo para mejorar la pensión. La parte más cabal del Gobierno de Sánchez –no incluye al de Iglesias– sabe que es inevitable reducir gastos en tiempos de crisis, como hace cualquier familia si ingresa mucho menos y no prevé hacerlo en bastante tiempo. El Gobierno elude llamar a las cosas por su nombre porque la realidad económica empieza a ser pavorosa. Churchill decía que «las multitudes permanecen hundidas en la ignorancia de los hechos económicos más simples y sus líderes, cuando les piden el voto, no se atreven a desengañarles». A veces, ni siquiera hace falta que sea tiempo electoral, sobre todo si se trata de funcionarios y pensionistas. La razón ahora está más del lado de Calviño y Montero, e incluso de Escrivá, que de Calvo, porque el dinero público es de todos y todos pagaremos las deudas y las mentiras que fomentan su aumento sin fin. Los ajustes-recortes ya se otean en el horizonte. Son imparables.