Opinión

11 de septiembre

El once de septiembre de 1714 Barcelona capituló frente a las tropas borbónicas y el Principado perdió sus leyes centenarias. La paz no llegó del todo, milicias austracistas se sublevaban en las comarcas de Tarragona, para ello los borbónicos armaron unas milicias urbanas, vestidos con los colores franceses y a los que llamaron «Mossos d´Escuadra». Con los años, una Cataluña en paz experimentó un crecimiento espectacular y el siglo XVIII sería el siglo de la recuperación. La legalidad estaba en el lado de los partidarios de Felipe V, había sido declarado sucesor en el testamento de Carlos II y el rey Borbón había jurado por las cortes aragonesas y legalmente fue reconocido en su visita a Barcelona en 1702; sin embargo, las protestas populares fueron habituales.
Las consecuencias de la guerra de sucesión trajeron la pérdida de los fueros valencianos en 1707 y la firma de los tratados de Utrecht y de Rastatt, en abril de 1713 y marzo de 1714, permitieron el abandono de los aliados y el fin del tratado de Génova de 1705. En Utrecht los ingleses obtuvieron grandes ventajas a cambio de aceptar a Felipe en el trono de España, conservaron las posesiones de Menorca y Gibraltar, más otros territorios a expensas de Francia, y lograron importantes concesiones en el comercio con la América española. Conseguido el botín, los británicos abandonaron Cataluña a su suerte.
Sin embargo, Cataluña nunca se alzó en contra de España. Al contrario, se había revelado en defensa de sus tradiciones y libertades, y siempre «por la libertad de toda España». Documentos no sólo de 1705, sino de 1713 y del mismo 11 de septiembre de 1714 así lo dejan patente. No fue una lucha por la independencia. No fue una lucha contra España. Fue el grito desgarrador de unos catalanes que querían seguir siendo españoles, con sus fueros y tradiciones. Pero también hubo aragoneses, navarros y castellanos que lucharon contra los borbones en la ciudad de Barcelona. El verdadero héroe de la defensa de Barcelona fue un gallego, y no Rafael de Casanovas, sino el teniente Mariscal Antonio de Villarroel y Peláez. En las murallas del baluarte barcelonés, luchó un Tercio de infantería llamada Regimiento de la Concepción, formado por más de 1000 voluntarios de Castilla, cuyo coronel fue Gregorio de Saavedra, ciñendo los colores azul y rojo bajo el amparo de la patrona de la Inmaculada Concepción. Otro regimiento fue el de Infantería Santa Eulalia, integrado por soldados navarros y su coronel fue Don José Íñiguez Abarca, Marqués de Las Navas, y más tarde sustituido por un castellano, el coronel Antonio del Castillo y Chirino. Y hubo valencianos, riojanos, defendiendo una España foral y católica, junto a los catalanes.
Las instituciones catalanas optaron por apoyar mayoritariamente a uno de los pretendientes al trono hispánico. Las Cortes reunidas en Barcelona, de 1705-1706, elaboraron «La Constitución o Ley de Exclusión de la Casa de Borbón», de apoyo al pretendiente Carlos. La idealizada España federal, el respeto por las leyes de los diferentes reinos hispánicos fueron el principal y único argumento de los catalanes en su batalla contra el pretendiente francés.