Opinión

La politización de Covid-19: Previsiones, realidades y mitos

Covid-19 ha causado pérdida de vida y estragos sociales y económicos de gran magnitud desde que médicos chinos alertaron a sus autoridades de su presencia en Wuhan a principios de diciembre de 2019. Han fallecido más de 945.000 personas en todo el mundo y más de 30 millones están infectados. Pero la humanidad ha superado pandemias peores. En 1957-58 la gripe H2N2 (gripe de Asia) costó la vida a 1,1 millones de personas. En 1968-69 una cepa nueva de la gripe de Asia técnicamente llamada H3N2 se extendió desde China o Hong Kong por todo el mundo, con un balance mortal de entre uno y cuatro millones de personas. Entre 2009 y 2011 la gripe H1N1 provocó entre 150.000 y 575.000 muertos e infectó entre el 10 y 20% de la población mundial. Covid-19 es más contagioso que H1N1 y afecta especialmente a personas mayores. Pero su impacto también es mayor debido al más elevado volumen de intercambio de bienes y movimiento de turistas entre China y el resto del mundo. Las autoridades en los países democráticos en general han aplicado medidas acertadas que han salvado muchas vidas. Pero hay que recordar que la OMS hizo caso omiso de la advertencia de Taiwan sobre el virus en diciembre. La OMS no declaró que Covid-19 era una pandemia hasta el 11 de marzo (cuando había ya 130.000 infectados en el mundo) y criticó la acertada prohibición de entrada de ciudadanos de China en EEUU aplicada por el presidente Trump. Decretar una cuarentena de los 11 millones de habitantes de Wuhan respecto a desplazamientos dentro de China pero permitiendo sus viajes al extranjero fue un acto de gran negligencia. Finalizados los confinamientos estrictos, la obsesión desproporcionada de muchos políticos con Covid-19 tiene varias explicaciones. Las personas mayores –y lógicamente sus familiares– son votantes fieles que ningún político en países democráticos quiere perder. Las empresas de tecnología aprovechan la pandemia para acelerar la transición hacia un mundo con casas inteligentes donde el teletrabajo sea lo habitual. El índice NASDAQ de empresas de tecnología ha ascendido de 9.500 puntos a principios de febrero hasta los 11.200 actuales, batiendo 41 récords históricos durante dicho periodo. El deseo de mantener o incrementar audiencia por parte de algunos medios y una motivación política explica la fijación con la pandemia. Atemorizar a la población es una manera de controlarla y desviar su atención de las consecuencias de una mala gestión en otros ámbitos. La izquierda radical explota la crisis para reducir al máximo el uso de las energías fósiles y los vehículos. La tasa de mortalidad en España debido al Covid-19 es de 0,06%, en Alemania del 0,01% y en EEUU del 0,05%. La gran mayoría de los nuevos casos en los países occidentales no presentan síntomas graves. Centros de investigación médica de EEUU han demostrado que se genera una inmunidad de cuatro a seis meses en las personas que han padecido la enfermedad. AstraZeneca, Pfizer y Moderna empezaron en julio la tercera y última fase de ensayo de sus vacunas con decenas de miles de voluntarios. El director de la entidad reguladora de medicamentos de EEUU (FDA) ha especulado con la posibilidad de autorizar la producción de la vacuna antes de que se finalice la tercera fase. El avance contra la vacuna se solapa con la campaña electoral en EEUU. Trump quiere cuanto antes posible algún tipo de vacuna porque de lo contrario su reelección el 3 de noviembre es improbable. Pero a diferencia de Rusia, que comercializa una vacuna elaborada sin fase 3, en EEUU los responsables de instituciones médicas gubernamentales resaltan que decidirán en función de criterios científicos. Aunque se alce Joe Biden con la victoria, Trump permanecerá en la Casa Blanca hasta el 20 de enero. Los partidos políticos en países democráticos deben cooperar y no politizar la pandemia. Más allá de intereses políticos, la sociedad debe y puede exigir decisiones a las autoridades desde la prudencia pero también el rigor.