Opinión
El dentista de Sánchez y Ayuso
Pedro Sánchez lo quiere todo. Acostumbrado a los órdagos –que suele ganar– , aguanta el tipo. Solo los que mejor le conocen atisban en su lenguaje corporal signos de nervios, como en varias de sus últimas apariciones públicas. Ayer, el presidente, con la asignatura pendiente de gobernar en la Comunidad de Madrid, escenificó –hasta donde fue posible– una política de cierta cordialidad con la presidenta Isabel Díaz Ayuso. La tirria es mutua, pero ambos necesitan eludir un choque frontal con la pandemia de fondo. Por eso interpretaron su propia versión de la escena del dentista, en la que el paciente, en la silla de tortura, agarra a su interlocutor por salva sea la parte y le advierte: «Doctor, ¿verdad que no nos vamos a hacer daño?» Ayer, Sánchez y Ayuso, que cada uno por su parte acumulan errores –unos más de bulto que otros– en la lucha contra la pandemia, optaron por el gambito de la creación de un «Grupo Covid». «Si quieres que un problema perdure, nombra un comité» decía Napoleón.
Sánchez persigue dos grandes objetivos. Arrebatar el poder al PP en Madrid, algo que dejaría todavía más desvalido al partido de Casado, y alumbrar los Presupuestos. Tiene prisa en ambos casos, pero también sabe esperar. Aprovechará cualquier traspiés de Díaz Ayuso para desestabilizarla, con la colaboración de sus socios de Gobierno de Unidas Podemos que ya agitan la calle contra las últimas –es cierto que discutibles– medidas del Gobierno de la Comunidad en la que el vicepresidente, Ignacio Aguado, de Ciudadanos, juega a dos barajas, como revelaría la lista de llamadas de móvil. El «Grupo Covid» apenas es una tregua mínima en la batalla de Madrid. En paralelo, los pactos presupuestarios discurren por caminos retorcidos. Nadie sabe si de verdad Sánchez prefiere los apoyos radicales de la investidura o los moderados de Arrimadas. Iglesias presiona por la opción mas extrema, porque lo suyo es avanzar por la senda de la demolición del régimen del 78, y él, con la baza en su mano de las movilizaciones populares, también susurra al presidente: «¿Verdad que no nos haremos daño?».
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