Opinión
Esperpento nacional
Valle Inclán inventó el esperpento en el teatro con Luces de Bohemia. García Berlanga lo sublimó en el cine con su trilogía Patrimonio Nacional. Los políticos de la pandemia y el independentismo, desde Sánchez a Torra, con Isabel Díaz Ayuso en medio, parecen dispuestos a transformarlo en un arte todavía superior con guionistas que nada envidian a los de «El ala oeste de la Casa Blanca» o «House of Cards». El Gobierno impide, por primera vez y sin dar explicaciones, que el Rey acuda –como ocurre desde hace veinte años– a la entrega de despachos en la Escuela Judicial de Barcelona. Felipe VI, Rey constitucional, acata la decisión, pero llama al presidente del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial, Carlos Lesmes, para explicar que le habría «gustado estar ahí». La llamada ha trascendido, es evidente, porque el Jefe del Estado lo ha permitido. Es inimaginable que Lesmes filtrara esa conversación por su cuenta. Tensión y aviso. A la misma hora, el ministro de Sanidad, Salvador Illa, y el viceconsejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, Antonio Zapatero, en ruedas de prensa paralelas –la de Illa fue contraprogramación de la de Zapatero–, rompían con estrépito y banda de música la teórica tregua sellada el lunes por sus jefes, Pedro Sánchez y la presidenta madrileña, Díaz Ayuso. Inmersos en la batalla de Madrid, la piedra en el zapato de los socialistas hace un cuarto de siglo, ninguno creía en el pacto. La ruptura llega por un desacuerdo en las medidas contra el rebrote de la pandemia, pero es obvio que apenas enmascaran la lucha por el poder y por endosar al adversario político acciones impopulares y un posible fracaso en las contención de la pandemia. Sánchez cedió los trastos a las Comunidades, pero también quiere que Madrid haga lo que él desea. Si sale bien, se lo apunta; si no, culpa al PP. El esperpento de Valle Inclán era una visión deformada y grotesca de la realidad. Ahora, algunos han logrado que la realidad supere al esperpento, en ese país en el que la historia casi siempre acaba mal, como decía el poeta Gil de Biedma. Puede volver a ocurrir. Esperpento nacional.
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