Opinión

La batalla de los 1.000 días

Pedro Sánchez e Isabel Díaz Ayuso juegan con fuego. Alguno se quemará. Es la batalla de Madrid, que además de cruel es inmoral porque se ventila sobre la salud y los medios de vida de los ciudadanos. No habrá prisioneros, sino vencedores y vencidos. El inquilino de la Moncloa ha sacado los misiles de un Estado de Alarma que, es así, recorta la autonomía de la Comunidad. El ministro Illa, que es el que da la cara y que no será candidato a la Generalitat, utiliza la coartada de la defensa de la salud de los madrileños. Es un argumento potente, pero quizá no definitivo en un escenario dominado por la batalla política por el control de la Comunidad de Madrid, la gran asignatura pendiente de los socialistas. El Gobierno de Díaz Ayuso, sin duda, tiene flancos débiles y cometes errores, pero sobre todo cuenta con un quintacolumnista en la figura de su vicepresidente Ignacio Aguado, de Ciudadanos, lo que facilita la ofensiva global de los socialistas. La salud es lo primero, pero lo que de verdad importa –lo que está en juego– es el poder. Puede ser duro, incluso trágico, pero es cierto.
Sánchez ve una oportunidad en la guerra contra Díaz Ayuso, aunque también ha contribuido a que ya figure entre los políticos más conocidos de España. El presidente preparó su asistencia a la reunión de la banderas con la presidenta madrileña como un jaque estratégico para dividir al Gobierno de Díaz Ayuso y está convencido de que lo ha conseguido. Si la salud es lo primero, quizá Sánchez piense que ahora va por delante en el marcador, aunque quince días mas de restricciones también pueden generar mucho rechazo si vuelve a caer la actividad económica y se pierden más empleos. El riesgo para el presidente es que Cataluña alcance una situación sanitaria como la de Madrid y el Gobierno no mantenga la misma posición que con la comunidad madrileña. La batalla de Madrid será larga y de desgaste. Faltan 1.000 días más o menos hasta las próximas elecciones, salvo que, con el suicido de Cs, salga adelante esa moción de censura que tienen diseñada en la Moncloa, como la de Rajoy, a la espera de una oportunidad.