Opinión
Impuestos altos, recaudación baja
El Gobierno de Pedro Sánchez, un presidente cómodo entre órdagos y amagos y, con frialdad forense, casi siempre al borde del precipicio, presentó ayer en Bruselas el «Plan Presupuestario 2021», apenas un esbozo de las cuentas del próximo año, pero un trámite imprescindible para abrir las puertas a las soñadas ayudas europeas. Lo mejor que podría ocurrir con ese Plan, al margen de su idoneidad –discutible– es que se cumpliera y que en 2021 crecieran los ingresos y el déficit caiga hasta el 7% que, aunque monstruoso, es preferible a un porcentaje superior. No está claro que vaya a ser así. El Plan deja muchas cosas en el aire y amaga con una subida de impuestos de la que la ministra María Jesús Montero dice que no es el momento de hablar. Mensajes emitidos en la Moncloa pregonan que el presidente primero quiere crecimiento económico y luego reforma fiscal, algo que no parece que comparta su socio Iglesias, que explota los muchos mitos fiscales que existen en España. El último informe de Fedea, uno de los grandes centros de pensamiento económico españoles, explica que «España, en comparación con otros países de nuestro entorno, tiene impuestos altos, pero recauda poco». Muchos no querrán aceptarlo, pero los datos indican, por ejemplo, que el tipo impositivo marginal sobre la renta laboral –salarios– bruta para los individuos con renta media fue del 48,3%, mientras que en Francia llegaba al 49,5%. La recaudación, sin embargo, es mucho menor en España por las «deducciones, la evasión y la elusión fiscal». Achuchar más a quienes más impuestos pagan puede servir de escarnio y alimento de demagogia populista, pero no solucionará los problemas del erario público ni garantizará más «Estado del Bienestar». Los expertos de Fedea explican que actuar sobre los problemas de la estructura fiscal «requiere reformas fiscales poco populares, que no son posibles sin amplios consensos políticos, que hoy parecen difíciles de conseguir». El que el Gobierno regatee el consenso, como en la discutible reforma del Poder Judicial, aunque amague una oferta de diálogo, solo conduce al desastre.
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