Opinión
Sin política económica adecuada
Como consecuencia de la epidemia desatada por el coronavirus, ha quedado claro que su impacto sobre los países es exactamente igual, desde el punto de vista económico, que cuando se desata una guerra. De los conflictos bélicos, los planteamientos de mejora económica, mostraban hundimientos colosales, que han rectificado. Precisamente es lo sucedido con claridad, a partir de la II Guerra Mundial. Efectivamente, tuvieron lugar sobre Inglaterra bombardeos tremendos, con sus derivadas destrucciones, hundimientos de buques, dificultades en el comercio internacional, exigencia de gasto público para las Fuerzas Armadas; pero, inmediatamente, surgieron en el país un conjunto de medidas que, desde el punto de vista económico, hicieron que la realidad reapareciese, por ejemplo, semejante a la originada por la Gran Depresión de 1930. Sin embargo, cuando no se sigue ese nuevo sendero, se corre un notable riesgo, como puede suceder en España, si no sabe superar el impacto de lo sucedido, y se vincula a algo semejante a lo que fue la quiebra de Lever Brothers, incrementada por los errores económicos del Gobierno de Rodríguez Zapatero.
Para conseguir superar problemas económicos muy serios, durante la II Guerra Mundial se adoptaron un conjunto de medidas que perduraron, por cierto, cuando llegó la paz, al observar que eran muy adecuadas. Por cierto, que poco a poco lo que precisamente se inició entonces por el Gobierno de Londres, acabó constituyendo lo que, en adelante pusieron en marcha multitud de países, pues pronto aprendieron todos que, de ningún modo, ante conflictos como el actual, deberían apartarse de ese sendero, cuyo impulso inicial se debió esencialmente a Keynes, quien, incluso, expuso de qué manera debería encajarse una economía de guerra para molestar lo menos posible la vida de los ciudadanos, basándose en planteamientos derivados de la Contabilidad Nacional. Esa política, con ese fundamento, deducida de la ciencia económica, se proyectó inmediatamente para estructurar el llamado Estado de Bienestar. Fue el momento en que, en un ambiente londinense bombardeado, la población hacía cola para adquirir el Libro Blanco que había preparado Beveridge. Evidentemente, fue todo ello posible por la facilidad demostrada para manejar esas magnitudes a partir de la obra, con enlaces keynesianos evidentes de Hicks mostrados en su obra en 1942, o sea en plena guerra. Se trata de The social framework. Cuando Hart convirtió este modelo de Hicks en la base de la explicación esencial de estructura económica de los Estados Unidos, y además, con avances econométricos debidos, en gran medida, a que previamente se había fundado, en los años 30, la Sociedad Econométrica. Se añadió la Cowles Commision, en Estados Unidos; y en Inglaterra, el Departament of Applied Economics. En España, todo se encuentra detrás de un cambio radical, consolidado, precisamente, desde la aparición, en 1954, de la Contabilidad Nacional de España.
Sobre las consecuencias de todo esto nunca olvidaré lo que me señaló la economista italiana Vera Cao-Pinna, sobre la “bellísima máquina electrónica” -así la bautizó-, enviada por los Estados Unidos a Italia para que se pudiese invertir la matriz de la tabla input-output italiana. Se debía a que, como consecuencia de la Guerra Fría, el Gobierno de Washington había decidido apoyar claramente la política económica italiana de la democracia cristiana, que presidía De Gasperi. En las elecciones próximas se corría el riesgo del triunfo del partido comunista, si continuaban vivos muchos problemas económicos. Si esto ocurriese, como aún no se habían roto las relaciones de Tito con Moscú, después de lo ocurrido en Grecia, un triunfo comunista en Italia crearía una situación en el Mediterráneo gravísima para el mundo occidental. Fue esencial disponer del modelo orientador de la política económica creado por Leontief, con la ayuda de otra “máquina electrónica”, creada por el profesor del Massachusetts Institute of Techeology para que aquél pudiera completar el modelo input-output de la economía norteamericana. De esa forma, invirtió la matriz, lo que ocurrió en 1941, un trabajo para solucionar problemas de economía de guerra. En España, el trío Ullastres, Torres y Alcaide, orientó, así, la política española de integración en la Comunidad Económica Europea, culminada con el Acuerdo Preferencial, calificado como un gran logro diplomático.
En estos momentos, nos encontramos sin formulación de una política económica española, basada en instrumentos econométricos adecuados para saber lo que se deriva de cada sector, ante cualquier cambio en la realidad económica, sea ésta promovida por el Gobierno o sea desde el exterior, como ocurre en caso de guerra o de pandemia. El panorama de la política económica española dirigida por un gobierno en el que se mezclan incluso dirigentes pseudomarxistas o pseudoleninistas y separatistas, refleja una realidad ajena a todos los planteamientos mencionados anteriormente, y de ahí se deriva que una buena política económica nacional resulte imposible. De ahí que solo cabe pensar ya en un cambio político radical para lograr lo dicho por el gran economista Stigler: “Aunque los errores parezcan triunfar durante un largo rato, la verdad vence a largo plazo”. Por eso, estamos seguros los españoles que acabaremos viviendo en aquel ambiente maravilloso que anunció, al comienzo de esta crisis, S.M. Felipe VI.
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