Opinión

Agoreros del estado fallido

Suele ocurrirnos que una contraportada, una fotografía o el artículo de algún sesudo analista que ni nos situaría en el mapa, publicados en el New York Times o en según qué revista de actualidad política belga o alemana, son tomados como la biblia de como se ve internacionalmente desde eso que llamamos «nuestro entorno» la situación en nuestro país. Y es que difícilmente se nos supera cuando nos empeñamos en ser campeones de lo paleto sublimando referencias de la «prensa internacional» respecto a episodios de una política doméstica sobre los que los únicos ojos foráneos que arrojan su versión de puertas para afuera son los de los corresponsales extranjeros acreditados en Madrid.

Ahora resulta que algunos medios internacionales, ante las dificultades sanitarias, económicas e inevitablemente políticas que atravesamos, sobre todo debido al golpeo de la pandemia especialmente ensañada con España, interpretan que este país camina peligrosamente hacia lo más parecido a un estado fallido. Duras y tal vez no demasiado meditadas conclusiones por parte de quienes siguen contemplándonos bajo el prisma de cuatro «topicazos».

Cuando allá por 2011, en pleno epicentro de la pasada crisis económica España se encontraba a punto de ser intervenida, con aquellas fotografías del New York Times reflejando quemas de contenedores y neumáticos, poco menos que como si estuviéramos al borde de otra guerra civil, alguien le aconsejó al entorno de Rajoy, recién llegado a la Moncloa y con tamaño «papelón» sobre la mesa, sobre la idoneidad de un gasto extra en cafés y tés para explicar la auténtica realidad de la situación a un elenco de corresponsales de prensa que todavía llegan a España con la imagen tergiversada de un idealismo caduco a propósito del país en el que Hemingway vino a escribir sobre la épica de la contienda del 36. Ese consejo no le vendría mal tampoco al actual gobierno dada la veda abierta al fin y al cabo contra la imagen de una nación a la que algunos pretenden tachar como embrión de estado fallido, curiosa paradoja cuando hablamos de uno de los primeros y más antiguos estados de Europa. El otro grano de arena claro está debiera ponerse desde dentro porque, ya saben, una emergencia nacional sanitaria y económica de esta gravedad tal vez no resulte el mejor contexto para andar cuestionando la monarquía o priorizando debates de simple juego ideológico y partidista. Somos un estado serio …, pero toca demostrarlo.