Opinión

Ley Celaá, ley parche

No hay ley educativa que se apruebe sin polémica en este país nuestro, enredado en la pelea crónica de sus respectivos partidos gobernantes. El problema básico de España, por encima de todos los demás, se resume en un rosario reformas de la Educación que han sido de todo, menos eficaces. Cuando nuestros hijos salen al mundo laboral, se encuentran con una realidad que no se ajusta a lo que piden las empresas. Seguimos a la cola del informe PISA, ocupamos las últimas posiciones del ranking comunitario en cuanto a las capacidades alcanzadas en las aulas. España es el país de la OCDE con la mayor tasa de desempleo juvenil, el que tiene más jóvenes infracualificados –casi un 30% sin más estudios que la ESO– y el segundo por detrás de Grecia en «ninis», un 22% ni estudian ni trabajan.

No aprendemos. No existe consenso en un asunto tan central como éste, tras 50 años de vaivenes. Gobierno que se estrena, Gobierno que deja su impronta en las aulas sin cambiar verdaderamente nuestro modelo de aprendizaje, más basado en la teoría y en los codos que en el conocimiento experimental de los nuevos trabajos del siglo XXI, o en fomentar las capacidades individuales y la educación emocional del alumnado. Me temo que la ley Celaá es más de lo mismo, un parche, y durará lo que dure este Gobierno en la Moncloa.

Ha sido redactada en tiempo récord, sin apenas tiempo para que la pueda valorar la comunidad educativa. Tenía que ser aprobada cuanto antes, a las puertas de unos presupuestos, para darle el capricho a ERC de eliminar el castellano como lengua vehicular en los papeles oficiales. Perjudica al 25% del alumnado que estudia en la concertada y, lo que es peor, daña gravemente a cientos de miles de alumnos con discapacidad, cuyos padres se verán abocados, en unos años, a enviarles a escuelas inclusivas, desprovistas de medios materiales y humanos para ofrecerles una enseñanza de calidad. Una profesora de educación especial me explicaba hace un rato que, visto lo visto, nadie ha pensado en sus alumnos, en su autoestima, en su futuro. ¿Para cuándo una ley educativa en condiciones?