Hungría

Homofobia de Estado

Un estreno más en Madrid, en Budapest ofendía

Hace un año, mi amiga Sonia, vino a verme y conocer Madrid. En una parada de autobús se fijó en el anuncio de una obra de teatro. En el cartel, dos personas del mismo sexo a punto de besarse. A Sonia le llamó muchísimo la atención que la gente pasase frente a la marquesina como si nada. Que no la hubieran vandalizado o llamado al boicot como habían hecho en Hungría con Billy Elliot o con Coca-Cola. La total normalidad frente a un estreno. Hizo una fotografía y la subió a su Facebook. Su móvil comenzó a echar humo. Amigos y conocidos comentaban indignados un anuncio más en Madrid, pero que en Budapest ofendía: «Que lo hagan en sus casas, no en las calles»; «Mis hijos no tienen por qué verlo»; «Menos mal que en Hungría esto no pasa». Los mensajes fueron subiendo de tono y cada vez eran más injuriosos. Sonia no salía de su asombro. Porque su intención no era la de provocar, sino simplemente destacar una de las diferencias respecto a su país. El día anterior, por ejemplo, había contado que fuimos a cenar a las 22:45 y dejamos el restaurante casi a las 2 de la mañana y eso no contaba como «salir». Normalmente, ella vuelve a casa a las 23:00.

Ninguna de sus otras publicaciones sobre sus cinco días en Madrid tuvo tanta repercusión como el beso de la marquesina. Lo curioso, según Sonia, es que la mayoría de los que hacían comentarios homófobos trabajaban directa o indirectamente para el Gobierno húngaro. Protestaban profesores universitarios, diseñadores de publicidad, alguna amiga periodista... Hungría es uno de los pocos países de la UE en los que la Constitución no permite el matrimonio entre dos personas del mismo sexo.

Precisamente, uno de los redactores de la Carta Magna húngara de 2011 y fundador del partido gobernante, Fidesz, acaba de dimitir. El viernes pasado acudió a una orgía gay en Bruselas, junto a otros 24 hombres. Nadie hubiera entrado en la vida sexual de este eurodiputado. Pero en Bélgica, debido a la pandemia, rige un estricto toque de queda y sólo se pueden tener reuniones con una persona no conviviente. La Policía entró en el piso y pilló a todos con los calzoncillos bajados.

Jozsef Szajer, el único europarlamentario entre los presentes, intentó huir por la cañería y se encaró alegando inmunidad parlamentaria –sin suerte–. Le impusieron una multa de 250 euros por saltarse las medidas anti-coronavirus. El martes, cuando la «gang bang» salió a la luz, Szajer, de 59 años y casado con una jueza, se disculpó, pero negó ser el dueño de la pastilla de éxtasis que le habían confiscado.

En los medios húngaros oficiales, apenas ha trascendido la noticia. El primer ministro Viktor Orban, ha perdido un aliado clave en Bruselas. Tras la repercusión internacional, por fin el miércoles comentó la jugada: «Las acciones de nuestro compañero son incompatibles con los valores de nuestra familia política». Orban, no olvidará ni repudiará «sus treinta años de trabajo, pero su gesta es inaceptable e indefendible». La hipocresía, sí.