Opinión

Familiares y allegados

Las dedicatorias más emocionantes, a estas alturas del año, vuelan hacia las víctimas que ha dejado el coronavirus. Por ejemplo, la del gran Rafa Nadal al recoger la Gran Cruz de la Orden del Dos de Mayo. Por ejemplo, la del último spot de Campofrío, riéndose de la muerte para celebrar la vida, haciendo suyos los famosos versos de Benedetti: «Defender la alegría como una trinchera, defenderla del caos y de las pesadillas, de la ajada miseria y de los miserables, de las ausencias breves y las definitivas». Eso es lo que toca, en un 2020 en el que hemos encargado más coronas de flores para los difuntos que ramos a los recién nacidos.
El humor será el mejor arma contra el dolor del corazón que tantos españoles sentirán los próximos días, en sus reuniones familiares incompletas. Decenas de miles de seres queridos nos han sido arrebatados por culpa de un virus que sigue ahí, amenazante. En Italia, cerca de mil personas murieron ayer por COVID. En Estados Unidos, más de 3.000, apenas una semana después de su Acción de Gracias. Los médicos ya nos avisan del peligro que entrañan estas Navidades, la tercera ola nos aguarda a la vuelta de la esquina. Pero nada, aquí seguimos todos entretenidos con el número máximo de comensales en las inminentes cenas importantes, mientras cada Comunidad Autónoma matiza, a su vez, el mandato del ministerio de Sanidad, como queriendo dejar su propia impronta. ¿Es que a estas alturas no somos todos lo suficientemente responsables como para saber cómo comportarnos? No tendrían que hacernos falta las explicaciones del político de turno. Y tampoco va a venir la policía a casa, para chequearnos. Además, si uno se dispone a viajar entre regiones, ya tiene la excusa perfecta para no ser multado. Basta con identificarse ante la autoridad correspondiente como «allegado». El mejor salvoconducto posible nos lo ha facilitado el ministro de Sanidad así, sin proponérselo. Lo que más le está costando a Salvador Illa es verbalizar las identidades del comité de expertos que, teóricamente, le han estado asesorando. ¿Qué teme ? ¿Por qué nos obliga a los periodistas a indagar en este asunto?