Opinión
Hombre tranquilo en país de sordos
Pablo Hernández de Cos, gobernador del Banco de España y miembro muy influyente del Consejo de Gobierno –no hay que perderlo de vista– del Banco Central Europeo, volvió a ser ayer el «hombre tranquilo» cuando acudió al Senado a ofrecer su opinión sobre los Presupuestos que están a punto de aprobarse. Las palabras del gobernador, independientes, expertas pero también hábiles, concitaron otra vez más un cierto consenso entre sus señorías de todos los partidos y, si había voces discrepantes, optaron por el silencio. La mayoría, más o menos Frankenstein, quiere una tramitación urgente en el Senado y poco más.
Hernández de Cos fue claro y riguroso aunque, con elegancia técnica, eludió profundizar en la herida. Existen dudas fundadas de que se cumplan las cuentas del Gobierno, según el máximo responsable del Banco de España, que duda de que el PIB llegue a crecer un 7%, mientras que las previsiones de la ministra Montero alcanzan el 9,8%. Las cosas ahora, sin embargo, como apunta el gobernador y es a lo que se aferran en la Moncloa, van mejor y la economía española incluso ha encajado la segunda ola de la covid-19 mejor que otras. La oposición, claro, elige quedarse con la fragilidad de la recuperación y la bajada de previsiones del diagnóstico.
El gobernador, no obstante, lo ha dicho con claridad. La recuperación «es incompleta, desigual y frágil» y también ha recordado que España afrontó la pandemia en peor situación por sus elevados déficits y deuda. Lo más importante, sin embargo, de las palabras de Hernández de Cos es que la «incertidumbre es alta», que ahora hay que gastar lo que haya que gastar para ayudar a empresas y familias pero que hay que hacer planes ya para el futuro y para que la economía española tenga credibilidad. Defiende un acuerdo plurianual, al margen de quien gobierne y que las repetidas prórrogas de los Presupuestos son «una anomalía que no se debe normalizar». Nadie, en teoría, le lleva la contraria, pero al mismo tiempo sus palabras parecen perderse en el aire. Un hombre tranquilo en un país de sordos que quieren oír.
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