Opinión

Cuando Sánchez dejó caer al Rey

Solo una sociedad enferma y decadente apuesta por la cultura de la muerte

Los populismos van ganando terreno en España y van agrandando la crisis política. Al independentismo, al pacto Frankenstein de legislatura y a la crisis económica que sufriremos hasta el 2022, eso suponiendo que la gestión de los fondos europeos se hace correctamente, hay que añadir el colapso que sufre la jefatura del Estado.

A Pablo Iglesias no se le conoce aún ningún hecho constructivo desde el nacimiento del 15M que dio origen a Podemos. Todo lo contrario, su relato político se ha edificado sobre los cimientos del rechazo prácticamente a todo.

Quizá de ahí le viene esa facilidad para avivar las contradicciones de los demás y colocar en dificultades lo que considera objetivos a batir. La Corona sabe que está gestionando su propia supervivencia, pero se equivoca en la manera que lo está haciendo.

Con Felipe González, José Luis Rodríguez Zapatero o el propio Alfredo Pérez Rubalcaba, el PSOE ejercía de cortafuego y la Casa del Rey no tenía más cometido que esperar. Sin embargo, la técnica de Pedro Sánchez es otra, la de transferir responsabilidades a segundos.

Al igual que con la pandemia de la Covid 19 no está muy claro de quién es responsabilidad, porque antes de verano era del gobierno de España, pero desde septiembre todo es culpa de las Comunidades Autónomas, con respecto a la monarquía, el líder socialista ha vuelto a hacer lo mismo: que la Casa Real gestione los asuntos del emérito y él comparece para dar su apoyo a Felipe VI.

Zarzuela se equivocó en el pseudo exilio de Juan Carlos I, la máxima de excusatio non petita acusatio manifiesta supuso la condena de la propia Familia Real al monarca.

De otra parte, una institución como la monarquía es indisoluble de la persona que la encarne, de manera que el deterioro de la imagen del emérito circula en paralelo al deterioro de la jefatura del Estado. Cuanto más se empeñen en separar la figura de Juan Carlos I de la de su hijo, peor para ambos.

Sánchez se mantiene a la espera, cualquier tren le sirve si el destino son sus propios intereses, pero la crisis del Rey está siendo utilizada por los podemistas y por la extrema derecha que ha visto el hueco y se intenta erigir en defensora de la institución.

Ambas cosas son malas para Sánchez porque le deja fuera del debate y, a cambio, se avivará el debate entre los votantes socialistas. En el PSOE nunca ha habido monárquicos, ni lo que se ha denominado juancarlistas. Lo que sí existen son dos almas, una perteneciente al republicanismo cívico, que defiende la igualdad ante la Ley de todos y que es perfectamente compatible con la monarquía parlamentaria y otra, más deudora de proclamas que no han ahormado un pensamiento político detrás.

Iglesias no tiene esa contradicción, porque tiene otra, es enemigo de un sistema que le ha permitido ocupar el poder y, desde dentro, intenta hacerlo colisionar. El problema de fondo es que Sánchez no es neutral en prácticamente nada, es sencillamente un político neutro.