Opinión

Don Juan Carlos, Ronaldo y Messi

Alfredo Pérez Rubalcaba, ahora tan llorado incluso por algunos de sus adversarios históricos y críticos más feroces, explicaba que en España, la monarquía es la clave de bóveda de todo el sistema político y social. Significa que si se cae, también se derrumba todo lo demás. El que fuera líder del PSOE hacía estas reflexiones justo cuando trataba con Mariano Rajoy, en secreto y con la discreción máxima, el relevo en la jefatura del Estado, ratificado por el Congreso de los diputados con una mayoría abrumadora de votos, incluidos todos los de la bancada socialista, algo que quizá ahora no sería tan evidente. El PSOE que lidera Pedro Sánchez no reniega de Rubalcaba, pero tampoco está entre los referentes de esa nueva generación de dirigentes de la que habla Adriana Lastra. El presidente del Gobierno, con el telón de fondo de las irregularidades y torpezas cometidas por don Juan Carlos, defiende a Felipe VI y a la institución, pero también contempla distante cómo sus compañeros de Consejo de Ministros, con Iglesias a la cabeza, arremeten un día sí y otro también contra la monarquía.
Los socialistas de los que Lastra se erige en portavoz no tienen el mismo compromiso histórico con la monarquía que los de la época de Rubalcaba, y eso es algo que intentan aprovechar todos los que pretenden instaurar una república, ya sea bolivariana o como atajo a Estados independientes. Iglesias, Otegi y muchos «indepes» creen haber pillado presa en la censurable conducta fiscal del emérito y no la soltarán. Nada, sin embargo, invalida el que don Juan Carlos fuera un buen rey, de los mejores de la historia de España y el más democrático, ni justifica derruir la clave de bóveda, como diría Rubalcaba, del sistema. Ronaldo y Messi han sido, durante años, los mejores futbolistas del mundo y sus problemas con el fisco no empequeñece sus hazañas deportivas, ni los éxitos de sus equipos. Tampoco a nadie se le ocurre que, por culpa de los errores fiscales –intolerables- de Ronaldo y Messi, haya que estigmatizar al Madrid o al Barça o destruirlos. Eso sí, hay comportamientos que no son ejemplares y que nada ni nadie justifica.