Opinión

Una cuestión de altura

La técnica ha avanzado, pero es muy similar a la que en la II Guerra Mundial creó un médico soviético para tratar a los soldados heridos en el frente.

Los que medimos menos de 160 cm no lo tenemos fácil. En la cocina, la mitad de los muebles son como algunos sueños, inalcanzables. Todos los productos de la balda superior de la nevera son perfectos para estar a dieta, pues se miran pero no se tocan. Al menos en mi casa coloqué los espejos a mi medida. Durante mi Erasmus, en Haarlem, cerca de Ámsterdam, no pude verme la cara en el baño durante seis meses. Tenía que saltar para observarme. Los habitantes de Países Bajos son los más altos de Europa y yo diría que del mundo. En esta nación de gigantes, los hombres miden –de media– 183 cm y las mujeres, 169 cm. Allí me decían que era por la leche de las vacas, que con tanto pasto y tanto verde (no para de llover), era de muy buena calidad. En Estados Unidos, la media de los hombres es de 177 cm y las mujeres, 164 cm. Recientemente en Miami, en un meeting de incondicionales de Trump llamé la atención a uno de sus fieles sin mascarilla. Un seguidor encantador no dudó en preguntarme: ¿Pero tú te has visto el tamaño que tienes? En los aviones suelo tener un momento incómodo cuando no alcanzo a subir el equipaje de mano y acabo usando la cabeza para sostener la maleta mientras estiro todos los músculos de mi cuerpo o, directamente, me tengo que subir en el asiento para poder colocarla. Aunque antes del coronavirus, cuando aún se tocaban las pertenencias de los demás, siempre había algún buen o buena samaritana que me ayudaba. En la maleta llevo ropa que previamente ha cortado y arreglado mi madre, bendita sea. Hay veces que opto por comprar directamente en niños y de un tiempo a esta parte, ha nacido el eufemismo «Petite» y varias marcas han lanzado colecciones para bajitas. No estamos solas.

Pero Sam Becker debía de estar cansado de este estilo de vida y esta semana ha contado su caso a la BBC. Este neoyorquino medía 162 cm y en 2015 se sometió a una cirugía de piernas para ser más alto. Ahora, a sus 30 años, llega a los 170 cm, después de una dura operación con efectos secundarios adversos. Becker se dio cuenta en la Universidad de lo bajo que era, incluso más que las chicas. «Eso sí afecta a tu vida. Honestamente, las mujeres generalmente no salen con hombres más bajos que ellas. A veces, lo más difícil era sentir que nunca encontraría una esposa», reconoce Becker. Y es que él siempre ligó ser alto con tener éxito, así que entró en quirófano, le rompieron las piernas, se las llenaron de clavos y durante meses tuvo que aprender otra vez a caminar. La técnica ha avanzado, pero es muy similar a la que en la II Guerra Mundial creó un médico soviético para tratar a los soldados heridos en el frente.

La operación está cada vez más de moda. En EE UU, uno de los países junto a Alemania y Corea del Sur en los que más se practica, cuesta unos 76.000 dólares. En España, India, Turquía e Italia, cada año entre 20 y 40 personas se someten a esta operación para llegar a lo más alto. Aunque duela.