Coronavirus

Gracias, doctores Türeci y Sahin

Antonio Burgueño

El 7 de enero hará un año que médicos chinos publicaron la fotografía del SARS-CoV-2. Desde ese día, la doctora Özlem Türeci y su marido, el doctor Ugur Sahin, se pusieron a trabajar en su empresa, Bio NTech. Ambos, con la fe en su trabajo y la osadía que acompaña a los genios de crear o morir en su labor. Los dos científicos llevan años estudiando al «mensajero de la vida». Es decir, el ARN mensajero. Como otros muchos, han apostado por hacerse amigos del cartero que sabe abrir la puerta de la célula para echar sus cartas. Mejor que abordar al señor de la doble hélice, el DNA. Ambos ya estaban tratando con el mARN, desde hace tiempo, para escudriñar los inicios de la transformación de las células tumorales y habían creado algún producto oncológico.

Siguiendo la arquitectura del SARS-CoV-2, identifican las llaves que abren los ACE 2, que son las puertas celulares por donde entran y destruyen su núcleo genético, matando la célula sin remisión. Al identificar las proteínas «spike», llaves de esas cerraduras, han conseguido montarlas en una molécula inestable que requiere temperaturas muy bajas para que no se separen y se descomponga el artificio. Y así poder ser inyectado en el organismo para que el sistema inmunitario genere su reacción ante el invasor, sin que haga otra cosa que intentar acoplarse a la cerradura sin descargar en ella todo el resto de material proteico mortífero que lleva el virus. Por tanto, se generan anticuerpos contra la llave de la puerta celular.

Así pretendo explicar, a la manera de un médico de cabecera, la gran hazaña de estos dos maravillosos científicos que, junto con otros por caminos similares, y otros por el sendero más clásico de atenuar el virus partiendo de alguno parecido e inocuo, nos van a dar la oportunidad de vacunar a toda la población que lo desee.

A la pareja les doy las gracias por varios motivos. El primero, porque con su vacuna, el doctor Sahin viene a ponerse en paralelo con otro científico bienhechor de la humanidad, el doctor Sabin, a quien debemos la vacuna de la poliomielitis. Por ello, son acreedores de la corona para pasar por el arco del triunfo de la Medicina. La primera lección que apunto es, una vez más, el culto al trabajo, a la inteligencia y a la constancia. Es una lección en nuestra sociedad, que entroniza otros principios que nos llevarán al retroceso.

La segunda lección que nos están dando es muy importante en estos momentos en España. Los dos científicos generan una empresa, BioNTech, que capitaliza sus capacidades para abordar las inversiones y las alianzas para llevar su proyecto a buen puerto. Con ello, la idea imperante anticapitalista viene a fracasar en momentos clave de un caos sanitario. La asunción del riesgo de todo tipo lo toma BioNTech, junto a una de las «malignas farmacéuticas» mundiales. La mayor parte de las administraciones públicas mundiales han fracasado en el planteamiento de la lucha contra la pandemia desde el punto de vista epidemiológico, asistencial y social. Los responsables políticos han demostrado su incapacidad para liderar grandes batallas. Sólo tienen preparados los ejércitos en caso de guerra, en manos de profesionales. Y en la creación de la vacuna, ninguno ha dudado en dejar a las empresas que nos traigan la inmunidad. Lo único que se reservan es aprobar el uso de la vacuna. Porque ahí pueden corromperse, como ocurre con frecuencia.

La tercera lección es consecuencia de las dos anteriores. La hueca palabrería de muchos de nuestros gobernantes del mundo actual, y especialmente de los españoles, de exhibir constantemente su voluntad de «salvar vidas», algunos desde el mensaje de que es nocivo «ganar dinero» con la salud que lidera la actual izquierda y esas llamadas «mareas» que entronizan lo público en sanidad. En un discurso falso, como si no fuera ganar dinero privado el salario que muchos reciben.

Debemos desear que en la fase política las Administraciones no se corrompan, y que se haya realizado una revisión correcta por mucho que necesite la sociedad mundial la vacuna, es imprescindible que no se permita su uso inseguro. Por el bien de la sociedad y también por la pureza de la relación del capital y la sociedad. Ahora tienen la oportunidad de gritar contra la vacuna producida por el esfuerzo personal y con el riesgo de unas empresas que bien podían haber fracasado. Es ahora cuando la sociedad agradece, compra y paga el esfuerzo del trabajo y de la asunción del riesgo privado. Y esto es Salud Pública, de una vez por todas, señores de las «mareas».