Rey

El discurso del Rey

En este circo todo vale sin esperar una verdad judicial

Estoy convencido de que el Rey hará un gran discurso de Navidad. No lo digo desde una complacencia cortesana, sino analizando fríamente su trayectoria y lo que ha ido haciendo desde que asumió la Corona. Es muy fácil opinar o aconsejar, pero lo difícil es tomar decisiones en escenarios complejos. En estos momentos previos al discurso, todos tenemos algún consejo que ofrecer e incluso una solución mágica. Lo mismo sucederá cuando conozcamos su contenido y cada uno digamos qué es lo que nos gusta o no, así como lo que encontramos a faltar.

Felipe VI tiene las condiciones perfectas, lo cual no significa que sea perfecto, para ejercer las funciones de jefe de Estado en un país tan complicado y atrincherado como el nuestro. Está siendo un reinado muy complejo que incluye hasta una enorme crisis sanitaria que ha paralizado la economía y provocado graves problemas sociales. Lo ha sido desde su inicio y no ha tenido un minuto de tranquilidad. La situación llega al extremo de que una parte del gobierno no sólo es manifiestamente republicana sino que tiene, además, una hoja de ruta que pasa por acabar con la Monarquía.

Es un escenario insólito al que se unen los problemas que afectan a don Juan Carlos, que no sólo es el anterior jefe del Estado y de la dinastía, sino también su padre. No hay que olvidar lo que le sucedió a su hermana y su cuñado, que sufrieron una «cacería» política, mediática y judicial como nunca se había vivido hasta el punto de caer del olimpo de la popularidad y el glamour mediático al infierno social más descarnado. Se olvida que es su hermana. Y ahora sucede lo mismo con don Juan Carlos que es, al margen de los errores que haya cometido, su padre.

Es difícil sobrellevar una situación tan dura y don Felipe lo hace sin menoscabo de sus funciones al frente de la jefatura del Estado. No debe resultar fácil escuchar o leer las cosas que se dicen, muchas sin fundamento, y ver cómo se airean asuntos públicos y privados sin que se hayan contrastado. En este circo todo vale sin esperar una verdad judicial. Se ha perdido cualquier respeto por la dignidad humana y el derecho al honor, la intimidad y la propia imagen. Hay que tener una gran fuerza para aguantar este tsunami. Por ello, prefiero mantener un decidido apoyo a una institución que ha sabido estar a la altura de las circunstancias y a un Rey que está demostrando que es la persona que necesita España.