Opinión
Navidad 2020
Esta es la Navidad del coronavirus, de la mascarilla y de las distancias. Es la Navidad de los estadios vacíos y de los abuelos tristes. Los que han sobrevivido a la peste no pueden abrazar a sus nietos. En la mesa familiar destacan las ausencias. Las sillas están contadas, seis como mucho, por orden de la autoridad. Este año no habrá siquiera discusiones de cuñados en la sobremesa. No se recuerda una Navidad parecida. Los niños no cantan villancicos de puerta en puerta pidiendo el aguinaldo. Y en la misa del gallo, con la iglesia a media entrada y las puertas abiertas a pesar del frío de la noche, está prohibido darse la paz, que fue justamente el mensaje de Belén.
Esta es la Navidad de la soledad, como un viernes de dolores adelantado. Seguramente nunca tantas personas habían pasado solas la Nochebuena como este año bisiesto ni se recuerda tanta tristeza acumulada como anoche en las residencias de ancianos -lugar del crimen- medio vacías. Hasta el viejo rey pasa por otros motivos la Navidad solo, lejos de la patria. Las gentes seguían anoche con atención el mensaje navideño de su hijo, el rey Felipe, a ver qué decía sobre esa anomalía tan llamativa y por ver si conseguía iluminar un poco el camino del futuro. El pueblo llega hasta aquí cansado, con el ánimo abatido por tantas desgracias y tanta incertidumbre, sin que la clase dirigente, con el Gobierno a la cabeza, le inspire confianza.
Esta es, sobre todo, la Navidad del luto por los cincuenta mil muertos mal contados de la pandemia. Es la Navidad en estado de alarma y la Navidad del miedo a perder el empleo o el pequeño negocio y a quedarse en la calle con una mano delante y otra detrás. Es la Navidad de los que no han tenido más remedio que echar el cierre y de los que no duermen esperando la ayuda de emergencia que no llega. Es la Navidad de las colas del hambre y de los comedores de Cáritas. Y es también, válgame Dios, la Navidad de la eutanasia.
Pero no todo está perdido. Es también la Navidad de la vacuna contra el covid, una luz al final del túnel. Y es, sobre todo, la Navidad cristiana, la Navidad de la generosidad. Con sus batas blancas o verdes los sanitarios son por derecho propio los ángeles de esta Navidad.
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