Eutanasia

Los herodianos de hoy

Ayer el calendario litúrgico recordó a los santos inocentes, aquellos niños menores de dos años a los que el rey Herodes El Grande ordenó matar para evitar que el Mesías prometido a los judíos y anunciado por los Reyes de Oriente, pudiera disputarle el trono. Para los escépticos e incrédulos, recordaremos que los restos de los tres magos son venerados desde el siglo XII en un precioso relicario en la Catedral de Colonia, donde llegaron desde Saba, ciudad en la que reposaban tras ser localizados por la emperatriz Elena, madre de Constantino. Desde allí fueron trasladados a Constantinopla y después a Milán, en un trayecto perfectamente documentado desde el año 300 d.C., para acabar recalando en la citada ciudad alemana.

Hoy los santos inocentes no son arrancados de sus madres y pasados a filo de espada por la guardia herodiana, sino que son abortados legalmente –100.000 en España el pasado año–, sin haber podido llegar a nacer. Se «interrumpe» su tránsito a la vida, que es un piadoso eufemismo para aludir a su muerte presentándola como un «derecho a decidir sobre el propio cuerpo», cual intervención estética.

Herodes creía que el Mesías, el Rey de los judíos, aspiraba a reinar como él, cuando «su reino no es de este mundo». Tras la aprobación de la eutanasia, España ocupa el podium de la práctica de la «cultura de la muerte». Con ella y el aborto, los herodianos de hoy quieren decidir quién nace y quién muere en su reino.