Opinión
Barajas, vergüenza nacional
Menudo mes de enero. Por si no teníamos suficiente con la curva ascendente, dramática, casi en vertical, de nuestros fallecidos por coronavirus, llegó Filomena a descolocarnos y, una vez más, la gestión del asunto ha dejado bastante que desear. Una semana después de la gran nevada, el aeropuerto más importante del país sigue ofreciendo una imagen inaudita, vergonzosa, de pasillos repletos de viajeros desconcertados, al límite, que no acaban de volar a sus respectivos destinos y ven cómo sus PCR caducan y cómo sus vuelos se cancelan un día sí y otro también. Jamás habían vivido una situación parecida. Lo explican también los pilotos y las compañías aéreas, desconcertadas con la deficiente gestión de AENA. Tras un día de locos en Barajas, te da por pensar que quizá vives en el tercer mundo, pero no lo sabías.
Luego te enteras de algo peor: resulta que este aeropuerto es uno de los mejor dotados de maquinaria antinieve, pero AENA no ha querido sacar del ERTE a los operarios de estas máquinas, que habrían limpiado las pistas en un santiamén. Ha preferido ahorrarse esos euros y recurrir a la UME, a la santa UME, y al Ejército de Tierra, para que hagan ese trabajo a la antigua usanza, con pico y pala. «Paciencia» es el lema. ¿Quién responde ante tantos miles de viajeros indefensos?
En esta España sobrada de políticos con apreciable oratoria, andamos sin embargo escasos de dirigentes capacitados para solucionar los problemas cotidianos de la población. De un tiempo a esta parte, PSOE y Podemos chocan públicamente por su visión de las cosas, marcan perfil propio y nos hacen saber que, aunque gobiernen juntos, no convergen en asuntos como la supervivencia de la institución monárquica. ¿Perdón? Con la que está cayendo, la Corona es el último de los problemas de esta sociedad en emergencia sanitaria y económica. Los médicos piden un segundo confinamiento, porque los hospitales vuelven a estar al borde del abismo. Los comerciantes y los hosteleros imploran que les dejen reabrir su negocios para no morir de hambre. Y en ese complejo equilibrio, en ese «salvemos vidas sin sacrificar la economía», radica la correcta gobernanza. ¿Qué hace al respecto este Ejecutivo? Mirar los toros desde la barrera. Observar cómo el hielo se descongela en Barajas, en punto muerto.
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