Política

«Corruptómetros»

En España sale igual de caro ser periodista de izquierdas, de derechas o de enfrente

Se refería Pablo Iglesias la pasada semana –mientras justificaba en la existencia de «monopolios mediáticos» sus dañinos ataques a nuestra democracia– que «sale caro en este país ser periodista de izquierdas». Curiosa aseveración que se cae por inconsistente a poco que se pueda testar la pluralidad editorial de la prensa en una democracia consolidada como la nuestra, pero especialmente el tratamiento general de los medios de comunicación, cuando lo que toca es valorar los casos de corrupción que han afectado y siguen afectando a más de una y más de dos formaciones políticas. Iglesias hace suyo el juego manipulador plasmado en el torticero dicho de que «en España hay dos tipos de periodistas, los independientes y los de derechas», al mismo tiempo que ignora la condescendencia con que en general suelen tratarse presuntas irregularidades que afectan a su partido frente a las de otras formaciones, en una muy distinta vara de medir plasmada en horas de tertulias y ríos de tinta.

Tiene toda la lógica del mundo abrir periódicos e informativos de radio y televisión con el arranque del juicio a Luis Bárcenas, incluidos unos amagos del ex tesorero del Partido Popular por sacar a la luz supuestas informaciones comprometedoras que de existir incomprensiblemente acaba demorando alguien que sobradamente ha demostrado poca credibilidad en sus cambiantes declaraciones. Incluso se puede entender que, una vez que dicho juicio no fuera aplazado a las puertas de una cita con las urnas como la de Cataluña, este caso acabase marcando toda la campaña del PP en esa comunidad pesando como un saco lleno de piedras sobre las espaldas del presidente del partido, pero deberá entenderse de la misma manera que los medios –aun con dispar entusiasmo– atiendan a la imputación al cofundador de Podemos Juan Carlos Monedero por inventarse trabajos para justificar ingresos de una consultora –caso «Neurona»– bajo riesgo, eso sí, de ser acusados por las terminales moradas de actuar como «cavernas mediáticas».

De la corrupción no se ha librado partido alguno en España, especialmente los de la «vieja política», pero basta repasar la intensidad de unos y otros casos y su reflejo mediático para colegir que los «corruptómetros» no siempre aplican las mismas varas de medir. Quede tranquilo pues el líder de Podemos, porque en España sale igual de caro ser periodista de izquierdas, de derechas o de enfrente, su problema común en muchas ocasiones se ciñe sencillamente a una nómina de «mileurista».