Opinión

El cuaderno de Chapu Apaolaza: Sánchez tiene una varita

Sánchez es Houdini en guapo, pero se le dan mejor las estrategias que las puestas en escena

Sánchez se ha aparecido en la factoría de la Seat con el Rey de España. Ayer conducía una apisonadora. De esta saldremos más fuertes, más unidos y más apisonados. Teníamos que salvar el verano, la Navidad, la Semana Santa y ahora habrá que salvar la apisonadora. Dicen los periódicos que no salió el número de magia de la escenificación de la derrota de ETA. Terminó siendo uno de los episodios más extraños, más aún en cuanto se despliega sobre el asunto más serio de todos los que nos ocupan. Es raro que no le funcionara a Sánchez, que ha hecho todas las magias, salvo esta. Sánchez es Houdini en guapo, pero se le dan mejor las estrategias que las puestas en escena. Parecen tan reales los trucos que termina por no creérselos nadie y cuando habla y mueve las manos, en lugar de escuchar lo que dice, lo observan a ver si se le ve la pelotita, la moneda y el conejo.

Vale que todo gobernante termina diciéndole al ciudadano “¿Usted se cree que yo tengo una varita mágica?”, pero es que Sánchez tiene una varita; una así de grande. El líder socialista emerge de entre el humo literario de  las leyendas pédricas y los romances de su gesta recuerdan cómo arrancó su varita del suelo de la acera de la calle Ferraz y que lleva dentro la zeta de Tezanos y la firma de un acuerdo dirección de Estado. De los prusesos, un indulto y un perno del ataúd de Franco insepulto. Una lágrima de Susana; de Felipe, una cana, la lucha contra el heteropatriarcado y una tecla del piano de Rhodes nacionalizado.

Quizás a lo de la apisonadora le faltó algo de piano. No se entiende que fallara el número. Si la Moncloa es Hogwarts. Los lunes por la mañana, después de los maitines, Redondo convierte en hámster a algún subsecretario de Estado que escoge al azar, Carmen Calvo da clases de conjuros, el gran fakir de pandemias Fernando Simón traga sables y Sánchez pone a volar a José Luis Ábalos sobre el atasco de la M30. Una vez, partió el Gobierno en dos con una sierra, y ahí sigue, partido. Esta vez se le encasquilló la varita. Le pasa a los mejores magos.

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