América Latina
Ahora toca con América Latina
Una vez que la Administración Biden ha emitido diáfanas señales de restaurar las relaciones con la Unión Europea y con sus Estados miembros, abriendo un amplio espacio de colaboración y, sobre todo, la adopción de medidas compartidas por las dos partes, le toca decidir al Presidente estadounidense cuáles serán las líneas básicas de su relación con América Latina. Adoptar una posición en este sentido no será fácil debido, en buena parte, a la fragmentación y a la diversidad ideológica que en este momento imperan en el espacio latinoamericano. Todo indica que la política de Biden será, y así está siendo, bastante diferente de la propugnada por la anterior administración norteamericana en relación con América Latina. El discurso es, desde luego, muy distinto y la cordialidad siempre transita caminos que llevan a la cooperación internacional, pero queda por determinar ahora, y con precisión, los contenidos. En especial, respecto a aquellos temas y países en los que las situaciones son más espinosas y en los que se suscitan problemas de gran interés para la política exterior de los Estados Unidos y de los países latinoamericanos. La senda que debe recorrer el nuevo Presidente debería estar marcada por las cuestiones económicas, a lo que contribuirá el recientemente aprobado Plan de rescate estadounidense y, sin duda, por medidas de carácter político que rebajen la tensión y que, al mismo tiempo, contribuyan a extender los espacios de colaboración. Las medidas que se adopten deben tener un significado profundo y, si es posible, que resulten irreversibles, a diferencia de lo que sucedió con la política en la región del Presidente Obama. Está claro que, con independencia de los postulados ideológicos de unos y otros, los países de América Latina verían con buenos ojos una política de aperturas y de entendimiento sin exclusiones. La Administración Biden debe mejorar, con toda seguridad, la regulación de las constantes crisis migratorias en la frontera con México, acordar un marco de estabilidad con Brasil, y abordar con inteligencia las relaciones con Cuba y Venezuela. América Latina precisa de una postura clara y Estados Unidos no puede perder la oportunidad de asentar una línea coherente de actuación en el espacio latinoamericano, a riesgo de que Rusia y China, como están haciendo, aseguren cada vez su presencia política y económica en ese espacio.
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