Pedro Sánchez

Solidaridad en Andorra

La celebración de la XXVII Cumbre iberoamericana de Jefes de Estados y de Gobierno, en Andorra, ha tenido un carácter peculiar sobre todo en razón de la situación de pandemia que impera en la comunidad internacional. La escasa asistencia presencial (compensada con una significativa asistencia virtual), el retraso que sufrió la Cumbre que debería haberse realizado el año pasado y el poco interés que ha despertado, a pesar de las posiciones del Papa Francisco o del secretario general de la ONU, no oscurecen, en modo alguno, que en esta ocasión se ha expresado con toda nitidez la solidaridad entre los iberoamericanos.

El tema de discusión ha sido elegido con gran acierto y ha combinado, con naturalidad, dos realidades que mantienen una estrecha relación: el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y la lucha contra el coronavirus y las consecuencias de la pandemia en los países iberoamericanos. Habrá que ver cuáles son finalmente los resultados tangibles pero, por de pronto, se ha explicitado una voluntad real de incidir en la relación multilateral, como mecanismo especialmente útil de cooperación entre los iberoamericanos, y también abordar en común ámbitos que siempre están presentes en la realidad iberoamericana como es el relativo a la trasferencia de conocimiento a la sociedad.

Se podría pensar que este modelo de cumbres ha sido superado por los acontecimientos y que, en realidad, la relación entre los países iberoamericanos debería plantearse más en el plano bilateral. Ambas modalidades son plenamente complementarias y, desde luego, la celebración de cumbres al más alto nivel siempre presta la oportunidad de abrir nuevos espacios para la cooperación y, como ha sido en el caso de Andorra, expresar la profunda solidaridad entre los Estados y pueblos iberoamericanos.