Pedro Sánchez
La bofetada madrileña
Que ha quedado tocado lo demuestra el hecho de que ni el bueno de José Félix Tezanos ha podido ocultar la caída socialista y el ascenso de los populares.
Pedro Sánchez hizo todo lo necesario para llegar a la Moncloa. Fue elegido secretario general como interino hasta que Susana Díaz se pudiese hacer cargo del Partido Socialista, pero una vez estuvo instalado en la cuarta planta de Ferraz, decidió quedarse con el sillón.
Eso le costó algún disgusto, como tener que abandonar la dirección cuando dimitió la mayoría de su ejecutiva y tener que enfrentarse a elecciones primarias contra la propia Díaz.
Después de sus fracasos electorales, dejando al PSOE en 85 diputados, se dio cuenta que su futuro dependía de alcanzar la presidencia. Como no convenció al electorado, tuvo llegar por la vía de los despachos y negoció con independentistas, nacionalistas y regionalistas, incluso metió a Iglesias en el gobierno.
Desde el poder vio como se desmoronaba el Partido Popular, esquilmado por la extrema derecha y por Ciudadanos, entonces fue cuando ganó las elecciones con bastante diferencia respecto al PP.
A partir de ahí, ha cometido errores estratégicos que ahora empiezan a pasar factura.
La operación de Murcia ha terminado en el mayor golpe electoral que podía recibir en Madrid. Que ha quedado tocado lo demuestra el hecho de que ni el bueno de José Félix Tezanos ha podido ocultar la caída socialista y el ascenso de los populares.
Hasta la operación Illa, tildada como éxito, ha tenido como resultado un acuerdo entre ERC y Junts que solo va a contribuir a la desestabilización del gobierno. Sánchez está más débil y el único culpable es él mismo.
Iglesias ha abandonado la política, por lo que podría pensarse que en el gobierno iban a eliminarse las fricciones y pulsos que tanto le gustan al ex vicepresidente, sin embargo, hoy Sánchez necesita más que nunca de los demás.
Finalmente, en Moncloa empiezan a interpretar la bofetada madrileña como lo que realmente es, un rechazo del electorado de izquierda a la gestión de la pandemia y a los pactos con independentistas.
Pero, precisamente, la caída electoral le hace tener mayor dependencia de los separatistas, que son hematófagos, esto es, se alimentan de sangre, y al ver que Sánchez sangra por la herida de la debilidad se abalanzaran sobre ella.
De ERC es de esperar que retuerza el brazo al PSOE más allá de la mesa de negociación y de los indultos. Si Sánchez quiere llegar a 2023 sin un adelanto electoral que le envíe a la oposición, va a tener que tragar quina con Rufian, cosa que tampoco le va beneficiar electoralmente.
Más allá de la cuestión catalana, el líder socialista debe salvar otros tantos obstáculos. El primero, derrotar a Susana Díaz en el proceso andaluz, algo que está por ver porque las primarias las carga el diablo.
Pero también están los problemas institucionales. La vacunación, la crisis económica y la inyección de fondos europeos, porque aunque parezca increíble que dar dinero pues salir mal, hay que conocer a los responsables designados para organizar el reparto e ayudas para tener la seguridad de que no va a ser un éxito precisamente.
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